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Cuando Louis se despierta al día siguiente, no puede pensar en otra cosa que no sea cómo mierda va a reconciliarse con Harry.

Ha tenido un millón y medio de ideas, casi tan malas como lo ha sido su eterno paso por el mundo, y que el tiempo se le esté acabando no lo hace sentir menos ansioso.

Su espalda está apoyada contra una de las paredes metálicas del tour bus —en concreto, la que golpeó la noche anterior—, sus brazos cruzados a la altura de su pecho, y una de sus piernas doblada hacia atrás.

Mastica un chicle que ya ni sabor tiene, pero es lo único que le ayuda a controlar la locura que trae encima. 

Ha cumplido una sola promesa de las miles que le ha hecho a Harry este último tiempo, y es que ha dejado de fumar. O por lo menos, lo intenta.

El sol atraviesa las ventanas y llena el interior del tour bus de esta luz brillante que lo hace parecer un poco menos un autobús que lleva a una condenada banda demoníaca en su paso por una extensa gira por los Estados Unidos.

Se ha prometido a sí mismo que esperaría a que Harry despertase e intentaría, con toda la paz y tranquilidad que claramente no lo caracteriza, mucho menos en momentos como éstos, convencerlo de darle otra oportunidad.

Todavía no sabe cuántas veces es que Harry lo ha perdonado y ha decidido olvidar cada vez que le rompió el corazón. No entiende cómo es que los humanos son tan tontos como para volver a entregarse a alguien que simplemente decide usarlos y luego dejarlos como si nada hubiera pasado, como si el fuego más abrasador no hubiese ardido entre ellos.

Pero es que la poca paciencia de Louis lo lleva a salir desde donde está, bufando y maldiciendo por lo bajo, para caminar un par de pasos hacia donde recuerda que anoche durmieron juntos.

Mientras escucha el sonido que generan sus pies golpeando la chapa del suelo, respira profundo y se obliga a mantener la calma, a no desesperarse, porque sabe que Harry no dará el brazo a torcer.

Lo conoce un poco demasiado como para saber que es un maldito humano testarudo, con un carácter de mierda y unos ojos tan preciosos por los que daría su libertad a cambio de verlos brillar siempre, de tenerlos para él solo todo lo que le reste de eternidad.

En el instante en que su cuerpo está a un par de pasos de la cama, simplemente se detiene. No quiere invadir el espacio personal de Harry y que, por esa misma razón, terminen aún más peleados de lo que están.

Carraspea para intentar llamar su atención. Quiere saber aunque sea si está despierto, como para no molestar si no lo está.

Un silencio absoluto que hace rugir hasta sus entrañas, que le revuelve el estómago y lo hace sentir enfermo, es todo lo que recibe.

Hay dos opciones, o no quiere hablar con él, o simplemente está dormido.

Se llena los pulmones de aire y cierra los ojos, intentando buscar la valentía que se esconde en alguna parte de su cuerpo.

Tal vez juega a las escondidas detrás de su corazón, y necesita que Harry aparezca para poder salir corriendo a gritar piedra libre.

—Harry —lo llama. Al ser el primer intento, su voz es trémula y bajita, casi un susurro.

Por primera vez en la historia del infierno, un demonio tiene miedo de un ser humano.

En realidad, le asusta el poder que aquella criatura tiene sobre su frío corazón.

Nadie contesta, y la afonía comienza a desesperar a Louis, que ya de por sí no tiene paciencia.

Vuelve a aclararse la garganta. 

Physical [L.S] ✔Where stories live. Discover now