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De pie en el medio de una silenciosa y aburrida habitación de hotel, Harry tiene un segundo para permitir que su mente, agobiada y cansada, harta de no comprender absolutamente nada de lo que está pasando, pueda detenerse.

Es como si el mundo dejara de girar por al menos un segundo, permitiéndole acomodar todas las ideas que han estado dando vuelta por su cabeza desde hace unos días. 

Ahora cree que quizás Louis tenga algo que ver con su viaje en el tiempo. Tal vez lo pensó tanto, lo manifestó de alguna manera para que terminara cruzando dimensiones y espacios hasta que apareció en el medio de su show.

Resulta ser ilógico, casi estúpido e irracional el imaginarse que podría haber sido cualquier época, y, al final de todo, ahora está presente en los años 80s, dejándose seducir por un hermoso, estoico y singular hombre que tiene esta voz grave y demandante cada vez que le ordena algo, pero que puede convertirse en ese contratenor que se asemeja a la caricia de un ángel cada vez que despega sus labios para cantar.

Sus ojos verdes giran alrededor de aquel espacio delimitado por cuatro paredes blancas, impolutas, que no cuentan historia alguna. 

Hay una cama de dos plazas que inicia con un respaldar de color crema con detalles en negro. A ambos lados, descansan mesas de luz de madera lacada.

Sobre su cabeza cuelga un pequeño y falso candelabro de cristales, el cual ilumina la habitación por completo.

Una mesa redonda con dos sillas cobra vida en una esquina, encontrándose frente a una puerta de vidrio corrediza que da hacia un balcón que le permite tener una vista panorámica de Philadelphia.

A lo lejos se escucha el ruido de alguna bocina, tal vez conversaciones banales de gente que cruza por la vereda frente al hotel más caro y prestigioso de aquel Estado.

Su corazón late constantemente, y ese es en realidad el único ruido que Harry escucha.

Un ajetreado bum, bum, bum que no lo deja en paz.

Inhala, exhala. 

Las palabras de Louis hacen eco en su cabeza, oyéndose como si realmente estuviera ahí con él, sosteniéndolo de la cintura y respirando lentamente para ayudarlo a controlar su ansiedad.

Una oleada de aire fresco entra por sus fosas nasales cuando inspira profundamente, cerrando los ojos por un segundo para imaginarse un lugar feliz donde le gustaría estar ahora.

Él mismo ha aprendido a jugar con su mente, a dominarla para que ella no lo haga.

Pero es entonces cuando todo su trabajo bien hecho se cae a sus pies, partiéndose en mil pedazos que lo dejan con un corazón latiendo a medias y una respiración ajetreada que no se calma ni siquiera cuando se pone una mano en el pecho para detenerse a sí mismo.

Aquel lugar feliz que se obligó a imaginar no resultan ser nada más que los brazos de Louis, quien lo consuela y lo mantiene vivo, despierto, con la cabeza en alto para que no se ahogue en su propio vaso de agua.

Suspira y deja caer su cabeza hacia atrás, observando la luz del candelabro que apenas si lo obliga a cerrar los ojos para no encandilarse.

—No te la puedo creer —murmura, restregándose los ojos, arrastrando sus manos por todo su rostro después.

Pero antes que pueda seguir lamentándose por su mísera existencia, el sonido de un papel deslizándose por debajo de la puerta llama su atención.

Desde donde se encuentra, de pie en el centro de la insulsa habitación, gira su cabeza para observar lo que parece ser un sobre de color negro con letras en rojo.

Physical [L.S] ✔Onde as histórias ganham vida. Descobre agora