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En una cárcel donde los barrotes son dos brazos musculosos y entintados, donde el único aroma que predomina es a hombre y a vino blanco. 

Un calabozo en el que la pintura de una sonrisa dormitada de labios color cereza es exclusiva, y tiene a la boca de un viajero en el tiempo goteando de admiración.

Una suave mano haciendo círculos entre rizos rebeldes que se esparcen sobre la tela pálida de la funda de una almohada. Caricias que agitan el mar tranquilo de sentimientos de ambos hombres que se niegan mutuamente.

El paraíso de la novedad de estar a gusto, de sentirse uno solo con el otro, de no querer huir nunca más.

Fuera de la habitación de hotel, la realidad continúa como si el tiempo no pudiera detenerse, como si no se pudiera volver atrás.

La gente se apresura, vive apurada. Nunca nadie disfruta los pequeños momentos.

Las gotas de lluvia cayendo sobre tu rostro, el ruido del viento que se asemeja a un aullido. El llanto de un bebé, la risa de un niño.

Harry siempre pensó en tener hijos. 

En el futuro, en su época, no sería penalizado si él decidiera adoptar con Louis. Si tan sólo pudiera encontrar la forma de volver, se lo llevaría consigo aún así tuviera que arrastrarlo.

Uno de los dos gruñe, y Harry sabe que es Louis por la forma en la que sus brazos se cierran alrededor de su pecho y lo aprisionan aún más.

El aire apenas si pasa por sus vías respiratorias, pero no le interesa cuando el calor más hermoso de todos le abrasa la espalda. La parte alta de su cuello es la más afortunada de su cuerpo; besos húmedos y suaves, apenas de labios presionados, pintan una historia con final feliz entre un demonio y un viajero en el tiempo.

—Buen día —la voz ronca de Louis viaja a través del canal auditivo de Harry, provocándole un latigazo eléctrico cuando llega a su columna vertebral.

Es la ansiedad y el alivio de escuchar su voz.

—Buen día —Harry murmura en respuesta.

Sus párpados se cierran plácidos, demasiado a gusto al sentir los mimos que Louis le hace. Son sus dedos enredándose entre sus rizos, o sus labios besando su cuello. Su respiración lenta y pesada en la parte de atrás de su oído.

Quizás es todo de él.

Con las yemas de sus dedos, Louis desdibuja la línea de lo que está bien y lo que está mal, acariciando sin pudor alguno la espalda de Harry.

Lo ancho de sus hombros, la manera en la que su espalda se hace más pequeña al llegar a su cintura. Sus omóplatos y los huesos de su columna. 

Dos pocitos al finalizar su espalda, dignos herederos de todos sus besos. 

Y ahí, a cada lado de la línea de huesos que forma su columna, dos enormes cicatrices.

La respiración de Louis se detiene, y siente que la saliva que desciende por su garganta es pesada y agria, que le quema el interior cuando llega a él.

Se marea, se pierde, y sus caricias ya no son las mismas que hasta hace dos minutos.

El aire es irrespirable, la sensación de perderlo todo azota contra cada sentimiento suyo.

—Harry —lo llama. La duda se aferra a la punta de su lengua, no quiere salir y estropear el momento íntimo que sin querer se ha instalado entre ellos dos—. Las cicatrices en tu espalda...

Esas son las únicas palabras que puede formular. Una más de ellas y rompería en un llanto imposible de calmar.

Traga saliva cuando el silencio de Harry le consume hasta las ganas de vivir.

Physical [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora