ENCUENTRO DE LOS CAÍDOS.

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ORÍS.




Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
Apocalipsis 12:9

Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día;
Judas 1:6.

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Cuando los hijos del cielo cayeron todo cambió, no solo para la ciudad celestial y sus habitantes sino para cualquier tipo de vida ya creada y las que vendrían. Dos rebeliones en contra de su propio creador habían desatado guerras y batallas en la ciudad celestial dejando caer maldiciones sobre otras razas las cuales algunas de ellas tuvieron relación directa con lo sucedido. Los Ángeles fueron desterrados del cielo ocasionando que pudieran mezclarse aún más con aquellas razas cayendo en placeres que nada más ellos gozaban y que esas mismas razas se deleitarán con los placeres que solamente los hijos del cielo tenían.




Al fin después de su caída los hijos del cielo se reunían en su lugar de origen, lo que algún día fue su hogar y que decidieron abandonar al iniciar batalla en contra de quien les había dado el aliento de vida.







—¿Qué nos hace diferentes de los humanos?— su voz casi inaudible se escuchó en las nuevas prisiones que ahora habitaban —¿Por qué ellos si pueden amar y nosotros no?.








—Ellos también fueron castigados Asa'él— le ha respondido Gabriel.








—No fue con justicia. Los humanos cometieron y siguen cometiendo actos diariamente, cada minuto, cada segundo de su miserable vida rompiendo las leyes celestiales y aun así pueden obtener el perdón. Y nosotros los hijos del cielo que comenzamos batalla para defender lo que más amábamos nos castigan con tal cosa— recriminó.








—Ustedes obtuvieron el perdón, pero eso no es lo quieren. ¿Ahora blasfemas de la raza que fue la causante de tu su caída?








—Ellos no fueron los causantes— respondió Shemihaza —El causante fue nuestro padre.









—¡El silencio reinará!— declaré al elevarme sobre ellos —Todos labios son sellados sin pronunciar palabra alguna, mientras los muros que separan a ambas rebeliones caen dando el encuentro de los caídos en el cielo.










Hice caer con un movimiento de manos los excelsos muros resonando como cristales rotos que se formaban en humo blanco esparciéndose hasta diluirse en nada. Las prisiones de ambas jerarquías quedaron descubiertas unas con las otras sin poder hablar, dejando que solo se contemplarán entre sí. Estaban divididos, en medio se había formado un caminó y al fondo el inicio de un gran trono; los Ángeles estaban rodeados por una burbuja de nubes doradas de la cual salían luces como los rayos dividiendo a cada celestial. Había una prisión más grande que las otras y en esta se encontraba el líder de cada rebelión.








—Se guardarán en lo que un día fue su ciudad y que vuelven habitar, pero esta vez como prisioneros hasta que el padre baje del trono para iniciar el juicio encontrá de los hijos del cielo... los caídos.









Sus bocas se mantenían cerradas, pero pude sentir cada una de sus miradas sobre mi ser que eran como ventanas de sus sentimientos algunas con esperanza y sin ella, otras con recelo, con tristeza, con enojo. No me permití centrarme en eso pues ya había demasiadas emociones como para tomarles una importancia que justo en estos momentos no podía dar. Evité bajar la vista y ver a los Ángeles; mantuve la posición que debía tener y cerré la última cerradura que tenían las prisiones, esta tenía una palabra en el idioma angélico que únicamente podía ser abierta por el padre de los hijos del cielo, pues él los había expulsado y solo él podía arrebatarles la misma existencia.








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