MÁS ALLÁ DEL CIELO

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ORÍS.




Repetía una y otra vez en mi consciencia que haría la voluntad del creador, después de todo para eso fue mi principio, haría el llamado y destruiría el sello del pacto para recuperar una vida que formaba parte de mí y protegería el orden del cielo y sus habitantes como creaciones. El Ángel de la muerte partió aún destino que desconocía por voluntad propia, mientras Sitael seguía a mi lado.







—Los celestiales servimos al creador sin importar nada más que sus mandatos, ya que nuestro padre es la sabiduría misma, él es justo— comenzó hablar Sitael —Tú no eres un celestial— me miró con una profunda curiosidad llena de fascinación —No es lo mismo contigo. Eres libre, ¿por qué sigues aquí?. Puedes crear tu propia creación, mundos, universos, vida.







—Por ella es el cielo mismo— la voz del origen de todo lo que conocíamos como vida apareció.







Inmediatamente, cualquier presencia le rindió homenaje incluyéndome a mí. El ambiente cambió, la luz del jardín se volvió más alumbrante, pues la divinidad pura irradiaba en su máxima expresión. El creador me tendió su mano la que me dispuse a tomar y justo en el momento que lo hice una energía recorrió por mi cuerpo. En un parpadeo nos encontramos en algo que se asemejaba a un desierto, pero este contenía arena grisácea y la luz no era la más clara sino como neblina y las únicas presencias eran las nuestras.







El calzado de mis pies ya no estaba y gracias a eso pude sentir la textura de la arena mientras cubría mi piel, baje mi vista observando el suceso para después elevarla y poder ver la gran vista vacía frente a mí. No había absolutamente nada, nada humano o celestial, era el vacío de todo tipo de vida conocida, era la majestuosidad de la ausencia.







—¡Padre!, ¿qué hay más allá del cielo?— pregunte sin dudar con el recuerdo de aquel ser en mi memoria y que se intensificó por el lugar donde nos encontrábamos.








El sonido de mi voz se fue como un eco con una tenue brisa que tocó mi ente.








—La eternidad— declaró con un evidente vacío en la firmeza de voz. Se detuvo un momento y después volvió hablar —La otra parte de lo eterno. Con quien el cielo tiene el pacto.








Un silencio reinó por un instante. Pude observar como la arena se desplazaba por la neblina con sus finos granos al tiempo que nuestras presencias parecían detenidas en la existencia a la espera de la palabra del omnisciente.








—Debe ser roto... desaparecer— proclamo —Antes de eso, al que le di la facultad de gobernar sobre sus compañeros de legiones de Ángeles, Serafines, Querubines, Arcángeles, tronos, potestades que han revelado secretos eternos que pertenecen al cielo a los hombres deben ser llamados, así como los hijos que causaron rebeliones en su creación— informó con suma calma —Visitaras sus reinos y les otorgaras su retorno al cielo.







—¿Qué sucederá con ellos?— me atreví a cuestionar.






—Todo tiene su tiempo, mi preciada sangre blanca— me miró.








Baje la mirada con reverencia y respeto ante su omnipotencia; omnipotencia que también me había concedido a mí, pero que yo mantenía sujeta al creador y a la creación.





—Sitael permanecerá a tu lado— indicó.







Vientos se desenvolvieron de las arenas provocando cortinas de la misma iniciando el alejamiento entre el padre y yo. Después aparecí nuevamente en el jardín en medio del césped verde; mi tacto dejo sentir él roció que cubría las yerbas mientras el vestido blanco apenas y tocaba el suelo.






—¡Orís, estas de vuelta!— Sitael apareció frente a mi vista con una ligera sonrisa y se acercó —Vamos adentro.








Camine junto a él mientras sutiles residuos de arena se deslizaban sobre mi ropa cayendo sobre lo verde del pasto.





—¿Dónde estuviste?— pregunto.






—En un desierto, tal vez puedas resolver algunas dudas sobre ese lugar— respondí.






—Me gustaría poder hacerlo, pero hay parajes a los que los celestiales no tenemos alcance. Hay cosas y misterios a los que no se nos permite acceder— explicó con resignación.







—Visitaré los reinos y tú vendrás conmigo— informé volteando a verlo —Es tiempo de poner fecha al retorno de los caídos.







Aspire con profundidad al darme cuenta de lo que había dicho, de lo que eso representaba y era. Puse la atención de mis ojos en los suelos blancos con la mirada fija y perdida.






—Primero necesito espacio— pronuncié.







Mis pasos continuaron el camino hacia los interiores de lo que había tomado como hogar. Llegue a las escaleras comenzando a subir.






—¡Orís!— la voz de Sitael detuvo mi andar un poco más arriba de la mitad.






Gire la parte superior de cuerpo hacia él brindando mi atención sin mencionar una palabra.







—¿Te negarías hacerlo?— cuestiono con una dócil preocupación.






—¿Hacer que?— devolví la pregunta a pesar de saber con exactitud a que se refería, pues quería que él expusiera sus pensamientos.







—¿Te negarías hacer lo que el cielo pide?, ¿Qué pasaría si te negarás a cumplir?— expresó en el mismo tono.






—¿Acaso tengo motivos porque hacerlo?, aun si los tuviera tendrían que ser demasiado insólitos, inefables para desatar caos sobre el orden.

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ℛ𝒜ℳℯ́Where stories live. Discover now