SELLO CELESTIAL

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JELIEL.




Desde el principio no solo existió el bien o el mal, había una tercera existencia, una tercera entidad, "la neutralidad". El poder máximo y absoluto. Quien podía reclamar y tomar cualquier Alma o vida que hubiera hecho tanto el bien como el mal, en un perfecto equilibrio. Teniendo el poder y la invitación de tomar un bando, "el cielo o el infierno". A si desapareciendo cualquier amenaza que esté pudiera presentar, pero se negaba elegir. Él ser se negó a intervenir desde la creación, influyendo únicamente dos veces en la historia de la humanidad, en la caída de los Ángeles Grigori y al reclamar el alma de un caballero. Al ser la neutralidad y poseer la cantidad exacta e idónea de los ambos lados era el único ente en saber controlarlos en sí mismo, sabiendo decidir sabiamente, lo cual ocasionaba paz e incertidumbre en sus contrarios, pues la decisión de su ausencia había traído un equilibrio, pero su mínima pronunciación podía causar un colapso provocando la caída del orden, atrayendo y originando el caos.











—¿Crees que puedes proclamarla tuya, cuando no te pertenece?— Habló Met con suficiencia llena de reproche y coraje —Ella es del cielo, nosotros somos su verdadero hogar.







—Todos tienen la capacidad de decir donde quieren estar, de decir cuál es su hogar... o cielo como tú lo llamas— dije con firmeza y cierta negación.








—No puedes privarla de elegir y decidir sabiamente, lo sabes y para hacerlo debe conocer su legítimo origen. Tu jamás permitirías que decidiera desde la ignorancia de su existencia, tu brindarías ambos conocimientos porque están dentro de ti, es tu naturaleza. Debes dejarla ir.










Guarde silencio ante sus palabras, pues sabia que estaban llenas de razón. Cerré los ojos aspirando profundamente, los ojos de ricitos aparecieron en un espejismo al igual que su sonrisa, recordé su aroma que abrazó mi ser. Dejarla ir me parecía imposible, no quería, pero debía hacerlo, dejarla volar esperando que decidiera volver hacia mí, reclamado el lugar que siempre ha sido suyo aún sin ambos saberlo. Jamás había sucedido algo igual, pues lo de Shemihaza había acontecido muy diferente, eso solo fue la luz castigando a su creación rebelde. Para que un ser volara al lado de otro ser al que no le pertenecía debía ser por amor absoluto y real, de lo contrario ocasionaría una guerra. Abrí los ojos viendo al horizonte que era dominio del cielo, dejando ver toda la humanidad.








—Viniste a la tierra, te dimos la bienvenida para que disfrutaras la estancia. Siempre fuiste un observador, pero no esperaste conocer el amor desde dentro de ti— Met continúo hablando — ¿La amas?, es hora de demostrarlo.








La energía y ambiente cambiaron ante la llegada de dos entidades, que ascendieron de la tierra e interrumpieron la conversación. Nuriel y Danel.






—Orís, está mal. Volvió a perder el conocimiento— Danel rompió el silencio dirigiéndose hacia mi.






Al escucharlo volteé a verlos a los dos con preocupación, mientras Met no parecía sorprendido, sino todo lo contrario.







—Ya no podemos retenerlo más tiempo— dijo Nuriel —Por ahora está en su hogar de la tierra.






Fue lo último que escuché antes de irme sin mirar atrás. Me dirigí lo más rápido posible hacia donde se encontraba ricitos, al llegar abrí la puerta, todo parecía estar en orden, seguí hasta su habitación y ahí estaba ella, acostada en la cama sin noción de lo que pasaba a su alrededor. Se encontraba tan frágil. Una energía recorrió mis adentros, una energía a la que le llamaban amor. No permitiría que nada le pasara, la cuidaría de todo y todos, incluso de mí.






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