SEGUNDO RETORNO

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ORÍS.





A pesar de los cuestionamientos que rondaban mis pensamientos en mi propia existencia como un rompecabezas al cual le faltaban piezas y únicamente le eran entregadas unas cuantas dejando vacías algunas otras y con pocas dudas que ya habían sido resueltas. Era tiempo de volver a retornar caídos.





—¿Por qué Miguel y Gabriel no vienen?— pregunte a Met.







—Ellos fueron enviados para su derrota, encadenado a los vigilantes a sus prisiones en espera del llamado por la sangre blanca— explicó —Tú eres la sangre blanca.







Se detuvo un momento dejando de lado lo que se encontraba haciendo para voltear a verme en silencio con suma curiosidad, soltó un suspiró con pesadez y dio pequeños pasos hacia mí dejando una cercanía adecuada.







—Me temo que no comprendes lo grande que es esto, en que posición te encuentras— bajo un poco la cabeza pensando y después volvió a verme, mientras sus brazos se cruzaban por la espalda —Este es el inicio de un fin y tú eres la llave que lo abre.








Quede en silencio, pues podía entender que era importante, pero sus confirmaciones me decían que era más que eso, era quien abría una puerta a un rumbo desconocido en el cual temía que estaba más involucrada de lo que en realidad me imaginaba o me informaban. El celestial desvió la mirada al mismo tiempo que se alejaba e hizo una tenue señal para que Sitael se alejara aún más.







—Ya que insistes, Gabriel estará contigo en este viaje— informó —Así puedes conocer la historia un poco más de cerca, una historia que no presenciaste, pero que fuiste creada para ella. En esta ocasión Sitael vendrá conmigo.








En menos de un parpadeo los celestiales desaparecieron dejando un vacío; de pronto un nuevo aura se sintió detrás de mí.







—Mi presencia ha sido solicitada para tu guía y compañía— su voz habló y era suave.







Me volví hacia aquella dirección y mis ojos encontraron a uno de los hijos del cielo que estuvo encargado del castigo de los vigilantes y su descendencia, el arcángel Gabriel. Su aspecto era andrógino en su estado más puro.






—He escuchado mucho de ti, me llena de alegría que estés a mi lado en este recorrido— expresé con una ligera expresión de alegría.







—No tanto como yo de ti, aún antes de tu creación ya eras un prodigio así que el total gozo es mío— su cuerpo se inclinó sutilmente.






—Vamos entonces, es hora.





Dije teniendo en cuenta que ambos sabíamos perfectamente a lo que me refería. Comenzamos a caminar dejando uno de los grandes salones con muros blancos, recorrimos algunos pasillos en silencio hasta llegar al espiral.







—¿Qué sentiste al enfrentarlos y encadenar a tus hermanos?— pregunté justo cuando llegamos al centro del espiral —¿Fue difícil?.







—Mi lealtad y amor están con el padre. Ellos cometieron atrocidades condenando a otra raza, a una a la que no pertenecían. No son inocentes.







—¿Quién si lo es?— contradije —Solo cambia el lado y con ello cualquier perspectiva y la correcta es la que el padre decide que sea. ¿Es lo mismo cometer actos en ignorancia que cometerlos con la sabiduría?, sea cual sea el caso como consecuencia tiene el mismo castigo. ¿Eso es justo?. Bueno las familias de los vigilantes pagaron por ello.







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