LUCIFER

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ORÍS.




El jardín estaba oscuro cuando volvimos, a pesar de formar parte del cielo.









—El cielo no oscurece, los celestiales no son humanos así que no llevan una vida humana, ¿por qué el jardín está obscuro?— cuestione teniendo de fondo el ruido de las aguas caer de las cascadas a lo lejos debido al silencio.








—Las entidades originales tienen su propia sangre, tú tienes la sangre igual a tu creador, sangre blanca. Todos los demás seres creados bajo el cielo tienen una sangre diferente, la sangre de luz sellada bajo este mismo— informo explicando con claridad —Ellos pueden convivir, incluso vivir entre la humanidad, pero seguirán siendo fieles a su sangre y ya sabemos la historia de los que la han desafiado. Tú, tienes la capacidad de vivir como desees, sin perder lo que representas; el jardín celestial es la mitad de ambas vidas originadas por su padre, es perfecto para nuestras entidades.









Escuche con atención mientras caminábamos por los arbustos para volver adentro pues era mejor saber y caminar, a solo desear estar adentro sin saber o sin apreciar la sólida y majestuosa noche.









—Aunque solamente basta con que decidas como quieres vivir para poder tenerlo o cambiar tu entorno... una eternidad es suficiente para poder disfrutar de todo— continuó hablando, con una juguetona sonrisa ante lo último —Si lo requieres podemos ir al cielo y dejar este...— observó hacia los lados —Jardín.









Solté una risa por su fluidez de bromear.









—No, claro que no. El jardín me gusta— respondí.








Al llegar a las enormes puertas blancas estas se abrieron para que pudiéramos entrar.








—¿Pueden sentirme... a mí?, ¿Met, tú?— pregunté antes de entrar por completo.










—Si tú así lo deseas, si, de lo contrario no, recuerda que eres portadora de sangre blanca— contestó —Todos los de sangre de luz podemos sentirnos entre nosotros, a menos que decidamos que no, pero sigue estando esa conexión de unidad solo que apagada o encendida. Contigo es diferente, tú decides si quieres que podamos sentirte o no y siempre que lo decidas el cielo acudirá a tu llamado.











—Entiendo— asentí —¿mi creador, mi padre puede sentirme?— seguí cuestionando.











—El creador es omnipotente y omnisciente... con todas sus creaciones, pero no olvides que hay otras entidades y de eso no se tiene el control. Te creo con el fin de estar a su lado, así que tú eres libre, verdaderamente libre tanto como él— después de dar unos pasos hacia adentro se detuvo —Debo irme— aspiró —Descansa.










Se esfumó al tiempo que se cerraron las puertas, desapareciendo del jardín. Comencé a caminar en los grandes corredores vacíos sin lograr dejar de pensar en aquel hombre, ¿quién era?, ¿qué quería?, ¿por qué se ocultaba?, ¿por qué podía vernos?, tal vez debí decirle a Sitael, pero guarde silencio.






Cambie mis ropas por otras, un vestido color hueso con una capa del mismo con flores por arriba que cubría la mayor parte de cuerpo, por lo tanto, también del vestido, cabello y rostro, aspire antes de volver a aquel sitio. Cuando me encontré nuevamente ahí, la noche al igual que en el jardín adornaba los cielos de la tierra, estaba en la misma montaña, pero todo era aún más silencioso, a pesar de los ruidos de las ondas de los vientos. Recorrí varios metros sigilosamente hasta que su presencia apareció detrás de mí.









ℛ𝒜ℳℯ́Where stories live. Discover now