UNA CITA

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ORÍS.




—¿Una cita?— la expresión de Cam no fue la mejor.




—Si, una cita— respondí sorbiendo de la bebida.




—Están juntos ahora, saldrán mucho— habló Mar con obviedad.







—Orís— Campbell se giró hacia mí con seriedad.





—Si, aquí estoy— lo vi con preocupación.





—Si, ese tal Jeliel te está amenazando, puedes decirlo, nosotros estaremos siempre contigo, no tienes por qué salir o estar con él— explicó —Si estas en peligro solo tienes que estornudar e iré por ti.






—¿Estornudar?, ¿qué pasa si lo hago naturalmente?— cuestione.






—Oh, nosotros sabremos cuando es natural o no.





—Esa es una gran idea, Orís— habló Mar apoyando esa propuesta.






—Aquí están las shortbread— llegó Agus poniendo las galletas sobre la mesa —¿De qué hablan? Que no me incluyen— dijo sentándose mientras mordía una de las galletas que había traído.







—Orís tiene una cita— respondió Mar emocionada.






—En realidad ya está saliendo con alguien— continuó Cam tomando una galleta.






—¿En qué momento?, ¿quién es?— pregunto Agus.





—¿Recuerdas aquel misterio que un día fue nuestra conversación?— lo observé conmocionada —Es él.





—Sabía que esto pasaría— contestó Agus.






—¿A qué te refieres con eso?— Mar lo miro.






—Bueno tengo que irme, mis padres se tienen que ir hoy— tome mi bolsa levantándome —Nos vemos después.





Les sonreí antes de salir de piensa en mí. Después de caminar rumbo a casa llegué abriendo la puerta un tanto eufórica.





—¡Ya estoy aquí!— grité al entrar.





—¡Amor!— mamá salió con una evidente sonrisa.





—¡Mamá!— contesté imitando su expresión.





—Llego un paquete para ti— señaló la mesa donde se encontraba una enorme caja blanca con listones —Tiene una tarjeta, nadie la toco hasta que llegaras y ya llegaste, ábrela— se acercó entusiasmada.




Al acercarme a la mesa puede observar mejor aquella caja, una sonrisa involuntaria cubrió mi rostro al leer las letras doradas "Ricitos". Desate los listones abriéndola, mi ser se llenó de corrientes de felicidad, era un vestido enorme, de la época de los grandes vestidos. Jeliel me había dicho que era real y que no era un sueño, pero él se encargaba de hacerlo parecer uno.







—¿Quién es el causante de esa sonrisa y responsable de este regalo?— preguntó mamá viéndome al igual que feliz que yo.






—Su nombre es Jeliel— respondí suave.








—Pues debe saber que es el hombre más afortunado de la tierra por tener la sonrisa de mi pequeña— apareció papá repentinamente, dejando claro que había escuchado todo.





ℛ𝒜ℳℯ́Where stories live. Discover now