NUEVA VIDA

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ORÍS.






—¿Un nuevo nombre?, suena bien— habló Sitael después de que el otro hombre se fuera.









—Orís, ese seguirá siendo mi nombre— dejé ver mi determinación.









—Ese nombre es de una vida que ya no existe y ahora tienes una nueva.









—Esa vida existió y sigue existiendo, estoy aquí ¿Qué otra prueba se necesita?— lo observé.










—Tienes razón, mejor sigamos— respondió con tranquilidad continuando con la caminata.









Los pequeños corredores en el césped guiaban nuestros pasos.








—¿Qué es este lugar? ¿Dónde estamos?— cuestioné viendo el sitio.









—Es el Jardín celestial.








—¿A qué te refieres con eso?— lo vi.








—Es el lugar más divino diseñado por el creador. Solo las deidades más importantes y poderosas pueden estar en él, sin contar a los de servicio que fueron exclusivamente creados para servir a esas deidades. Fue creado para nosotros, por eso perteneces aquí, el sello celestial es del jardín celestial. ¿No es hermoso?.







—Si, lo es, es hermoso. ¿Por qué no puede ser para todos?.








—Nadie sabe de su existencia— corto una pequeña fruta de un arbusto y me la ofreció dispuesto a seguir explicando, así que la acepte —El cielo no es el lugar más seguro y divino que existe... al menos no para las deidades originales y sus creaciones; ya que puede ser vulnerable a ser atacado, invadido o amenazado por alguna otra entidad tan poderosa o incluso más que el mismo cielo. Por eso existe el jardín celestial, el lugar más seguro para nosotros y donde nadie se imagina que podemos estar por su inexistencia.










—El cielo es La Paz, lo que todos quieren, ¿Por qué se vería amenazado? ¿Quién se atrevería hacerlo?, es el bien después de todo— mi tono fue con evidencia.








—Por ti. Después de que deidades tuvieran el conocimiento sobre la existencia de los sellos y que tú eras el último, los ojos de todos están sobre nosotros. Son un peligro activo Orís... tú puedes destruirlos, desaparecerlos como si nunca hubieran estado.







—¿Cómo?, ¿cómo puedo hacerlo, Sitael?.









—Eso lo veremos después, ¿Ahora te gustaría pintar?— me sonrió al mismo tiempo que se detuvo.










—¿Pintar?— repliqué con una sonrisa.










—Si, lienzo, pinturas, pinceles— explicó con obviedad a lo que se refería.







Sitael volvió a caminar, invitándome hacerlo también. Cuando llegamos a otro jardín mucho más grande rodeado de naturaleza, con flores de colores, árboles y las nubes rodeando por lo bajo, ya estaban listos los lienzos y todo lo necesario.








—¿Qué puedo pintar?, si no tengo recuerdos, no tengo nada— hable llegando a las pinturas observando sus coloridos colores.









—Met ya es un recuerdo— bromeó.








—Met no será mi primera obra de arte— reí negando con diversión.







—No, eso sería imposible. Tu primera obra de arte es ser tú— me miró terminando las risas —Solo déjate llevar y seguro saldrá algo extraordinario— volvió a su lienzo.








Ninguno de los dos podía ver lo que pintábamos, así que era un misterio. Observe el lienzo blanco por unos minutos, después los árboles cubiertos de verde, era familiar, me daba calma, no de la que había aquí, pues a pesar de que era paz absoluta era otro tipo de sensación, así que solo tomé las pinturas y comencé a pintar inundado el blanco de pinturas, sin saber de dónde provenía la inspiración exactamente. Al cabo de un tiempo Sitael habló.










—¡Terminé!.







—Yo también— conteste —¿Puedo ver?.







—Por supuesto— respondió dejando espacio para que yo pudiera acercarme.










Mis ojos apreciaron como seres se enfrentaban entre sí, en medio de furia omnipotente; una pintura muy oscura para un lugar como el Jardín.






—¿Por qué se enfrentan?— mi curiosidad salió a cuestionar.








—Cuando las leyes son rotas o ignoradas hay enfrentamientos creando conflictos entre seres— ambos guardamos silencio por un instante —Mejor muéstrame el tuyo.








Asentí regresando a mi pintura junto a él. Cuando observo lo que había plasmado en el lienzo toda luminosidad se le borró del rostro y su expresión se tornó fría.









—¡Una mirada... unos ojos verdes!— su tono fue con indiferencia.








—Me dejé llevar, son extraordinarios ¿No es así?— observé con orgullo mi obra.











—Debes descansar, vamos adentro— su tono cambio de repente, sin que pudiera comprender el porqué.







—Está bien— conteste.









Volvimos a los grandes muros en un silencio de por medio, él se veía pensativo, como si estuviera aquí, pero su ser en otra parte. Las puertas de la misma habitación donde había despertado fueron abiertas al sentirnos llegar.










—¡Sitael!— hablé antes de que se fuera —Si tenía anteriormente una vida humana, ¿cuánto tiempo estuve inconsciente en el tiempo de la tierra?.










—Un año más o menos— respondió volteando hacia mí.









—¿Puedo ir contigo?— pregunté, pues quería conocer todo lo que fuera posible y no solo estar aquí y descansar.










—Voy a verme con Azrael, el Ángel de la muerte. Me temo que no puedes venir.













—Cuando termine de descansar, ¿puedes volver?.










—Estaré aquí— confirmó antes de irse.



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