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Dios. Llevo dos días viviendo sola y no puedo más. Echo de menos el mal humor de mi prima Julia. Cuando se enfadaba porque le pisaba lo fregado con la escoba muggle o cuando le decía que tenía legañas en los ojos, se ponía como loca cada vez que lo hacía.

Era asqueroso, sí, pero ahora lo echo de menos.

Y como no puedo vivir sola (mi hermano no cuenta porque resulta que se ha echado una novia bruja y ahora se la pasa todo el día con ella) porque odio el silencio, voy a hablar con mi prima para ver si conoce a alguien.

Me desaparezco y me reaparezco delante de Julia's Secrets. Ya en la fachada se puede observar que la tienda es para brujas pijas, por los vestidos con capuchas y los gorros puntiagudos de color rosa oscuro. A mí me dan ganas de vomitar, pero a mi prima le gusta.

Entro y lo primero que me recibe es una recepcionista rubia y alta de ojos verdes muy guapa: mi prima Julia. Nada más verme, me sonríe y me abraza.

— ¡Bienvenida a Julia's Secrets! —exclama con una sonrisa—. ¿En qué puedo ayudarle?

Pongo los ojos en blanco.

— Más te vale tener una compañera de piso para mí, o no me podrás ayudar en nada.

Julia frunce el entrecejo y se me queda mirando mientras parpadea. Aprovecho para echarle un vistazo a la tienda: colores morados y negros me abruman, elegantes sillones blancos y vestidos, gorros y sombreros, guantes y zapatos de pedrería... Y ¿qué es eso que veo en la sección para mayores?

Me ruborizo.

¡Es ropa interior de seda! Mi prima se guía por mis ojos y suelta una carcajada.

— ¿Una compañera de piso o un buen tanga muggle? —pregunta entre risas.

Le doy un golpe en el hombro, de broma, y me pongo seria.

— Una compañera de piso.

Julia pone cara de pensar.

— Bueno... —dice para ella misma—. Podríamos preguntarle a Erika.

— ¿Quién es Erika? —pregunto, confusa.

— Oh, ella te vendrá bien para compartir piso. Es más, se mudará muy pronto porque está deseando irse de su casa.

Alzo ambas cejas, sorprendida.

— Bueno —digo, y me encojo de hombros—. Si es cuanto antes, para mí, mejor.

Julia sonríe.

— Cuando salga del trabajo hablaré con ella.

Asiento con la cabeza y me pongo a mirar en la tienda.

Al final, me acabo por llevar algún que otro vestido de bruja de color verde esmeralda precioso.

Estoy comiendo pizza en la cocina tan tranquila, cuando, de pronto, llaman a la puerta. Frunzo el entrecejo y miro mi reloj de pared: las 22:56.

¿Quién demonios es a estas horas?

Me llevo el trozo de pizza por el camino y voy masticando. Abro la puerta y me encuentro con una chica de mi edad, alta, morena, de ojos grandes y marrones casi negros.

Miro hacia atrás por si es una especie de broma pero veo que no. Y, cuando me giro, es cuando me doy cuenta de que lleva una maleta. Ah.

— ¡Debes ser Erika! —exclamo, con una sonrisa.

Ella asiente.

— La misma —dice, y me coge el trozo de pizza y le da un bocado. Iba a replicar cuando ella me interrumpe—. Me encanta la pizza —dice, y sonríe ampliamente.

— ¿Quieres... quieres pasar? —pregunto, todavía atónita.

— ¡Claro! ¿Podrías meter mis maletas adentro?

La observo mientras entra en casa y se va comiendo mi pizza. ¿Qué demonios se cree que hace con MI pizza?

Aunque voy a ignorarlo. Si quiero tener una convivencia sin problemas, es mejor empezar por buen pie.

Cojo sus maletas y con la varita las subo al segundo piso. Cierro la puerta y me quedo mirando a la chica, que ya se ha sentado en mi sofá.

Espero que no se acostumbre a hacer eso.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora