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Sonrío con suficiencia, imitando a Draco.

— Vale. Pero esperad a que nos cambiemos.

Y antes de cerrar la puerta de nuevo, miro a Draco y le guiño un ojo. No sé por qué lo he hecho, pero tengo la punzada de que al rubio de ojos grises le va a molestar. Me giro hacia Cormac y le hago un gesto para que se cambie. Por primera vez me alegro mucho de tener un cuarto de baño en la habitación, porque entro en él con la ropa de recambio y cierro la puerta para que Cormac no me vea.

Me cambio y salgo. Cormac ya está vestido y me sonríe dulcemente. Camina hacia mí y salimos de la habitación, él con una mano en mi cintura.

Cuando Draco nos ve, porque no de ha movido del pasillo, se queda con la boca abierta. ¿Y a este qué le pasa? Lo ignoro y mientras camino junto a Cormac por el pasillo, Julia me va explicando:

— Se quedaron algunos para ayudar. Hermione, Ron obligado por ella, Harry, Ginny, Luna, Neville y... Pansy.

Agh. La estúpida esa. ¿No se podía quedar otra persona? Prefiero a los gemelos mil veces multiplicados. Ahí va, ¿cómo sería eso? Qué lío. Y pobre Molly.

Salimos al comedor y ahí nos los encontramos a todos. Saludo a los que me caen bien e ignoro a Pansy. No quiero saber de ella.

Julia nos va dando órdenes y poco a poco empezamos a estar organizados para empezar a limpiar. Por supuesto, Pansy es la que pone más pegas.

— Si no quieres limpiar, vete a tu casa —le gruñe Julia.

Pansy mira a Draco y sacude la cabeza. Después me mira a mí y cambia su expresión por una furiosa.

— Ni hablar.

Pongo los ojos en blanco. Con mi varita hago que los vasos se vayan metiendo en una bolsa negra de plástico. De reojo puedo ver a Cormac peleando con un trozo de pizza que cuelga del techo.

— Esto lo han pegado a posta —replica Cormac—. ¿Qué tiene de divertido?

— Que lo limpias tú y no otro —exclama Draco entre risas.

— ¿A que te lo tragas, rubio teñido?

Draco lo mira con cara de asco.

— Sabría tan mal como tú —escupe.

— ¿Qué has dicho? —gruñe Cormac, apretando sus puños a cada lado de sus caderas.

— Que-la-pizza-sabría-tan-mal-como-tú —repite Draco remarcando cada palabra.

De pronto, Cormac se pone rojo de la furia.

— ¡Te vas a enterar, gilipollas! —grita, y corre hasta él.

Se lanza sobre Draco y empieza a darle puñezatos. Creo que el rubio no ha reaccionado todavía, porque sigue mirando a Cormac, atónito. Yo tampoco me creo que le esté pegando por un trozo de pizza.

— ¡Para! ¡Para que lo vas a matar! —chilla Pansy, que se acaba de dar cuenta de que están pegando a su novio.

Odio a Draco con todas mis fuerzas. De verdad. Es un chico repugnante, arrogante, odioso y gilipollas. Pero... ¿deseo que lo maten a puñetazos? Sin saber cómo, ni pensarlo, me abalanzo sobre Cormac y lo empujo. Caigo sobre él y no me doy cuenta de que estoy llorando hasta que una lágrima mía cae sobre la mejilla de Cormac, que me observa con el entrecejo fruncido.

— ¿Estás bien? —me susurra.

Asiento.

Me giro y por encima del hombro veo a Draco incorporándose. Está sangrando mucho a causa de los golpes. No sé cuántos le habrá dado Cormac, pero aunque sea poco, le habrá hecho daño, porque se notaba la furia. Draco se tapa la nariz con las manos y me mira a mí, en vez de a Cormac.

— Por favor, recuerda pronto —me suplica en apenas un susurro, y se desaparece.

Entonces, como por arte de magia, lo recuerdo todo. Y no puedo evitar odiar a Pansy con todas mis fuerzas. Tanto, que le lanzaba un Avada ya mismo.

ENTRE MUGGLESWhere stories live. Discover now