†16†

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Quiero hacerlo con Draco, sí. Pero a la vez, no. No quiero que piense que soy un juguete para él.

¿Y si no lo soy? ¿Y si de verdad me quiere? Solo hay una manera de comprobarlo.

— Mis padres no son magos; me lo ha dicho Dumbledore.

Ante esto, Draco me mira, atónito.

— ¿Eres una sangre sucia? —pregunta, mientras se aleja de mí peligrosamente. Yo asiento con la cabeza—. ¡Eres una asquerosa sangre sucia! —exclama con furia.

Y se va, dejándome las dudas aclaradas: no me quiere. Solo lo ha hecho para echarme un polvo.

Hace una semana que le conté a Draco esa mentira de que soy una sangre sucia. Ha estado evitándome a toda costa, y lo agradezco, porque si se hubiera parado a insultarme diciéndome sangre sucia, de un puñetazo le hubiera mandado a mi mundo.

Entro en el gran comedor y paso por detrás de Draco para sentarme con Alex, quien me espera con una sonrisa.

Me siento con ella y se me ocurre una idea para pasar la tarde, pues es sábado.

Así que me levanto y me dirijo a la mesa de Gryffindor, donde están Harry y los demás. Me siento enfrente de Lee y antes de hablar, miro a Draco, quien está besando a Pansy.

Cabrón.

Aprieto los puños y me giro de nuevo.

— Lee, ¿te apetece venir conmigo al lago esta tarde?

— ¡Pues claro! —responde el chico, entusiasmado.

Lee es quien mejor me comprende (Alex todavía es pequeña) y además, con el que más me río. Esta tarde me despejaré del todo gracias a mi amigo.

Llego al lago y me coloco al lado de Lee, quien está mirando fijamente el final del lago.

— Hola —saludo.

Él se gira y me doy cuenta de que está a punto de llorar, entonces me abraza fuertemente.

Al principio, me quedo como en estado de shock, pero después reacciono y le abrazo también.

— Los hecho... hip... de menos —consigue decir entre sollozos e hipidos.

— Pero están vivos, los puedes ver igual —le susurro mientras acaricio su pelo, para intentar tranquilizarle.

Él sacude levemente la cabeza.

— No es lo... mismo... hip... Sin ellos... Hogwarts es... hip... aburrido.

— ¿Lloras porque te aburres? —pregunto en un intento de hacerle reír.

Él se aparta de mí, me mira y frunce el ceño y sonríe. Se seca las lágrimas y dice:

— Tienes razón. No puedo llorar porque me aburro.

Me vuelve a abrazar para apartarse rápidamente y besarme la frente.

— ¡Gracias! —exclama.

— De nada. Anda, vamos a dar un paseo —propongo.

Nos levantamos y empezamos a andar por la orilla.

— ¿Y no quedas con los gemelos?

— No —responde él—. No al menos siempre que quiero. Ellos están muy ocupados con Sortilegios Weasley.

Lo miro. Me da un poco de lástima, Fred y George siempre han sido los mejores amigos de Lee. Pero lo que de verdad me da lástima es cuando Lee se entere de que Fred muere.

— Vaya, vaya —dice una voz a nuestras espaldas—. La serpiente y el león.

Lee y yo nos giramos de golpe para encontrarnos a una Pansy sonriente cogida de la mano de Draco.

— Ya me habían comentado lo vuestro —suelta Pansy—, pero ciertamente no lo creía. Lo he tenido que ver con mis propios ojos.

— Al contrario que tú, yo sí tengo amigos —gruño—. No me hace falta ir follando por ahí para recibir un poco de cariño.

— Dana... —susurra Lee cogiéndome del brazo.

— No, ¡es que ya estoy harta de la cara de cerdo! —replico.

— ¿Cómo me has llamado? —gruñe Pansy.

Miro a Draco, quien se divierte con el numerito. ¿Sí?, pues no te pienso dar ese gusto.

— Vámonos —le ordeno a Lee mientras le cojo de la muñeca y le guío para alejarnos de la parejita.

— ¡Eso, piérdete! —exclama Pansy.

— ¡Eso, sangre sucia! —exclama Draco.

Me giro de repente, con toda la furia en mi cuerpo.

— ¡Eres un capullo! —le grito al rubio.

Mierda. Estoy llorando. La parejita me ha visto débil, por Merlín, ¿por qué a mí?

Me giro de nuevo y Lee y yo empezamos a andar en dirección a Hogwarts.

Él me acompaña hasta las mazmorras, me abraza y me dice, en un susurro:

— Cuéntame lo que quieras. Sabes que puedes confíar en mí, ¿cierto? —asiento con la cabeza—. No lo olvides nunca —y me da un dulce beso en la frente antes de marcharse.

Entro en la sala común y me encuentro a Alex.

— ¿Qué tal la tarde?

— Mal. Fatal —contesto.

Y me echo a llorar en sus brazos.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora