†30†

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Después de un rato llorando y Molly consoládome, aparece por la puerta Arthur, el padre de familia de los Weasley. Me saluda con un abrazo pero al ver mis ojos, se detiene en seco y mira en busca de ayuda a Molly. Ésta la coge por los brazos y ambos se retiran del comedor.

Saben que lo mejor es quedarme sola, para que pueda pensar sin distracciones. En parte se lo agradezco, pero por otra, no quiero matarme a mí misma por lo que hice. Sé que estuvo mal. Muy mal. Y tal vez me merezca eso que Draco le dijo a Molly para mí.

¿Será verdad que Draco no quiere verme? ¿Habrá dejado de quererme? Si fuera así, no lo podría soportar. Yo... yo le amo. No puedo estar sin él, por eso he vuelto.

He vuelto porque quiero verle, con mis propios ojos, y decirle que lo siento. Que soy una imbécil. Y muchas cosas más que sé que le gustará oír.

Pongo la cabeza sobre mis brazos cruzados que descansan en la mesa y empiezo a llorar. Soy muy idiota. Enserio, ¿por qué me iría? Oh, porque en realidad no fui egoísta, y por una vez, pensé en los demás. Pensé en que si me iba, todo se solucionaría tal y como pasó en el libro. Con unas muertes desagradables, pero Voldemort moriría, que es lo importante.

Lo que no sabía era que ya lo había empezado a cambiar todo. Que gracias a mí, Hermione supo cómo salvar a Fred. Y a la oreja de George, que sigue en su sitio.

Supongo que debería alegrarme, era lo que quería, ¿no? Que todos se salvaran... Pero no me alegro. Porque a pesar de que todo está bien, lo mío con Draco es la excepción. Él ahora no quiere saber nada de mí. Y ha tenido todo un año para pensarlo. Hace poco se ha decidido y ha entregado mis últimas pertenencias que él tenía en su posesión y se las ha entregado a los Weasley. Con eso quería decir que ya no quería saber nada de mí. Con ese gesto, lo ha aclarado todo. No quiere verme. Nunca más.

— ¿Estás bien? —pregunta alguien haciendo que me sobresalte.

Me seco las lágrimas y levanto la cabeza. Es Ginny, cogida de la mano con Harry.

Eso me duele todavía más.

— Hola, chicos —les saludo—. Y sí estoy bien —me levanto y los abrazo—. Y por lo que veo, vosotros también.

Ellos sonríen.

— Sí. Muy bien —afirma Harry.

Me da un beso en la mejilla y desaparece por las escaleras. Supongo que cree que esta situación es cosa de chicas y que con ese beso en la mejilla, me consuela.

Ginny y yo nos sentamos delante de la chimenea que ella enciende con un movimiento de varita. Nos quedamos así, observando el fuego, por unos minutos hasta que ella rompe el silencio.

— No te preocupes por lo de Draco, se arreglará.

Ojalá yo estuviera tan segura.

— ¿Sigue instalado en la Mansión Malfoy?

Ella asiente con la cabeza y es todo lo que necesito saber para desaparecerme de aquí y aparecer en un jardín con pavos reales blancos.

ENTRE MUGGLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora