†22†

4.9K 417 133
                                    

— Vaya, vaya, vaya —dice Voldemort mientras aplaude—. La parejita, veo.
Me giro hacia él y lo miro con asco.

— Yo jamás tendría nada con... semejante porquería —suelto mientras señalo a Draco.

— ¡Cuidado con lo que dices de mi hijo! —exclama Narcissa.

Mientras me seco las lágrimas, la voz de Voldemort, más fría que nunca, dice:

— Narcissa, ¡cuidado tú! Ella es mi nieta y por lo tanto, tiene mejor rango que tú. Así que cállate o irás por el mismo camino que tu asquerosa hermana.

Como es obvio, Narcissa ni rechista. Aprieto los puños y me los quedo mirando a todos. Les daría un puñetazo, uno por uno, y todavía tendría rabia acumulada.

— Bien, nieta. Veo que estás cansada. Draco, acompáñala a tu habitación.

— No —replico—. Por favor, con Draco no.

— ¡Draco! —exclama Voldemort.

Draco me coge del brazo con fuerza sin mirarme y me arrastra por el pasillo. Como sabe que no podrá subirme por las escaleras, me coge como si fuera un saco de patatas y me sube por ellas.

Me mete en su habitación y cierra la puerta detrás de él.

— Duerme —me ordena—. Estarás cansada —dice, sin mirarme.

— Vete —le ordeno, fría y con los puños apretados.

— No voy a dejarte —dice él acercándose a la cama y apartando las mantas, que antes habrán puesto bien los elfos—. Duerme, por favor. El amo lo ha ordenado.

— Pero a ti no te ha obligado a quedarte.

— Sí lo ha hecho.

Comprendo. Se ha metido en su mente. El bastardo de mi abuelo...

— Él no es mi amo —replico, pero me acerco a la cama y me meto en ella.

Él se dedica a apretar la mandíbula.

— Sí lo es. El tuyo y el mío.

— Yo soy libre, y me voy a ir de aquí ya mismo —digo, acordándome, de pronto, de que soy la Llave.

Me levanto de nuevo y me quedo mirando a Draco.

— No puedes irte —dice él—. Si te vas, harás que te olvide. Todo el mundo te olvidará —entonces me mira a los ojos—. Yo no quiero olvidarte. Porque te quiero.

Trago saliva.

— ¿Y por qué has consentido que me hagan esto? —exclamo entre sollozos mientras señalo mi brazo izquierdo.

— Intenté detenerlo... pero... —aprieta los puños y se echa a llorar—. Será mejor que te lo muestre.

Él se acerca a mí. Tanto, que noto su respiración.

— Pero solo si me prometes que no te irás.

Me lo pienso por unos segundos.

— Te lo prometo.

Él me besa.

— Mejor, porque no podría imaginar mi vida sin ti.

— Vamos, enséñame eso —pido, pues no puedo mostrarme vulnerable tan pronto.

Él asiente y me mira con sus ojos fijamente, ahora tristes.

Se quita la chaqueta del traje y la tira al suelo.

— Quítame la corbata, por favor —me pide.

Asiento y me acerco a él. Empiezo a quitarle la corbata cuando él roza su nariz con la mía.

— Besito de hurón —susurra, y veo que sonríe.

Una sonrisa triste.

Le quito la corbata y la tiro al suelo. Me aparto de él y me sigo manteniendo firme.

Él empieza a quitarse la camisa y yo lo observo atentamente. Draco empieza a llorar y para cuando se quita la camisa, lloro y lanzo un grito de terror.

Él viene corriendo a mí y me tapa la boca.

— Por favor, no pueden escucharnos, porque si suben para ver qué pasa, sabrán que te he enseñado mis heridas.

— Eso no son heridas, Draco —exclano en voz baja—. ¡No son simples heridas, joder! ¿Qué te han hecho?

Tiene el dorso lleno de cicatrices y moratones, a parte de palabras escritas como si hubieran usado la pluma de Umbridge.

Empiezo a llorar descontroladamente hasta que él me coge y me lleva a la cama, me tumba y se sienta a mi lado. Apoya su espalda en el cabecero de la cama y con cuidado, pone mi cabeza en su regazo y me acaricia el pelo.

— Por favor —me pide él—. No me digas más que estoy muerto para ti. Me hace mucho daño.


ENTRE MUGGLESحيث تعيش القصص. اكتشف الآن