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¿Cómo era la maldita contraseña de Dumbledore?

— ¡Sorbete de limón!

No, esa no. Hum.

¡Chocolate con Ron!

No, él no nombraría a un alumno en sus contraseñas. Dios, sé que rimaba con esas dos frases anteriores. Oh, ya recuerdo. ¡El nombre del juego que tanto me gusta!

¡Corazón de melón!

Sí, la gárgola se aparta para cederme el paso. Dejo que las escaleras me suban hasta arriba, y una vez delante del despacho, llamo a la puerta.

— ¡Adelante! —se escucha decir a Dumbledore desde dentro.

Abro la puerta y entro. Tomo asiento sin su permiso y lo mismo hago con la palabra:

— Tengo dudas.

— Es normal —dice tranquilamente Dumbledore con ambas manos entrelazadas sobre su mesa—. ¿Qué desea? Oh, vaya, ¡veo que ya tiene una túnica! —añade al fijarse en mí.

Me sonrojo.

— Sí, Draco la ha conseguido por mí.

— Un buen chico.

No le entiendo... él sabe que Draco lo quiere matar, ¿y por qué sigue tratándolo así de bien? Además, el idiota no se merece el respeto de nadie.

— Dejando a parte a Draco, quiero saber a qué curso pertenezco.

— Al quinto curso.

Vaya. Donde los TIMOS. ¿Peor año? Sí, el séptimo. Supongo que me tengo que alegrar por no estar peor.

— Y... ¿mi varita? —pregunto, aunque con la voz un poco temblorosa.

Dumbledore se levanta de repente.

— Sabía que llegaría el momento... sí, por aquí debe estar... — y se pone a rebuscar en uno de los cajones de su armario.

Después de unos segundos, saca una cajita alargada y de color dorado. Me la entrega.

— Esa varita perteneció a tu abuela. Te contaría su historia con mucho gusto, pero ahora debes ir a clase. Antes te diré, por si se te ocurre preguntar, que no se sabe de qué material está hecha la varita. Siempre ha sido un misterio, incluso para Ollivander.

Asiento con la cabeza. Y me iba a marchar cuando me he acordado:

— ¿Qué clase me toca ahora?

— Transformaciones —dice. Hace una breve pausa y me mira con el entrecejo fruncido, aunque sigue sonriendo, y añade—: y no dudes en venir para cualquier duda. La que sea.

Asiento y finalmente me voy.

Tengo en mis manos la varita de mi abuela, del mismo color que la de la caja: dorada. Es impresionantemente bella, y me encanta.

Entro a la clase, interrumpiendo lo que sea que estaba explicando la profesora McGonagall y me dirjo hacia los de Slytherin.

La profesora me mira con ceño, pero tras ver que me he adaptado, sigue explicando.

Sin saberlo, me he sentado al lado de una chica muy rara. Tiene trenzas en su pelo rubio. Pero no le hago caso y echo un vistazo a la clase.

Resulta que comparto clase con Ginny y con Luna. Y aunque yo sepa mucho sobre ellas, ellas ni saben quién soy yo, por eso ni me miran.

Cuando termino la clase de Transformaciones (por cierto, he logrado transformar un botón en una pequeña araña), me dirijo a la clase de Herbología. Otra clase aburrida. Y así, clase tras clase, hasta que llega la tarde.

Como no tengo nada que hacer y además tengo dudas que resolver, decido ir al despacho de Dumbledore.

Y camino tan tranquila hasta que me encuentro ese maldito cabello rubio plateado. Es Draco Malfoy. Draco Malfoy besando a otra chica de Slytherin que no es Pansy.

Me río de camino al despacho del director imaginando la cara de Pansy al enterarse de que Draco no le es tan fiel como cree.

Cuando llego a la gárgola, digo la contraseña y de nuevo, llamo a la puerta. Después de que Dumbledore me invite a pasar, me siento y suelto las dudas que me asaltan.

— ¿Por qué tenía la varita de mi abuela? ¿Por qué es un misterio su contenido? ¿Cuándo podré comprar las cosas necesarias para la clase? ¿Cuándo me podré instalar en la casa de Slytherin? ¿Por qué? —esto último lo digo casi gritando, y lo pregunto refiriéndome a todo lo demás.

Dumbledore se limita a observarme por unos segundos, con su encantadora sonrisa de siempre.

Después del silencio, contesta pacientemente.

— Tenía la varita de su abuela porque ella me la confió a mí, supo, no se cierto cómo, que una descendiente suya vendría a buscarla; el misterio es misterio y así se queda, a eso no puedo responder; este mismo fin de semana mandaré a Draco a que la acompañe para sus compras en Hogsmeade; se podrá instalar ya mismo con las demás chicas de Slytherin de quinto curso; y a ese por qué: sé que es duro por lo que está pasando, pero es cuestión de acostumbrarse.

Así que aquí estoy, en la casa de Slytherin en la habitación de las chicas de quinto curso. Anda que me han faltado piernas para irme de la Torre de los Perfectos... Lo siento, pero yo no pienso aguantar con el niño ese.

Le dejo la habitación para que la disfrute él sólo o con quien quiera llevarse.

Cuando salgo de la habitación, habiendo dejado en el baúl mis pocas pertenencias, me encuentro a Pansy esperándome en el pasillo con los brazos cruzados sobre el pecho.

— Así que tú eres la chica de la túnica —gruñe. Entonces se acerca a mí y me dice en un tono muy peligroso —. Guarra, él es mío.

— Todo tuyo —le digo tragando saliva—. Ni ganas tengo de verle.

Si ella supiera con quien se anda liando por los pasillos...

— Más te vale, porque si alguien rompe mi relación con él, sea el mismísimo Voldemort o cualquier otro, ¡me lo cargo! ¿HAS ENTENDIDO? —grita.

— Más claro que el agua —confirmo.

Y como para llevarle la contraria, ¡si está para encerrar...!

*un poco corto, pero no quería irme a la cama sin publicar: BUENAS NOCHES ♥*

PD: pasaros por otra de mis historias -> "Malfoy y yo"

GRACIAS POR LEERME!

ENTRE MUGGLESWhere stories live. Discover now