†86†

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Sigo a Draco hasta que ambos salimos del agua.

— ¡No puedes dejarme así! —protesto, y me cruzo de brazos para tapar mis pechos.

— ¿Por qué no? —inquiere él—. Tú me has hecho lo mismo.

Bufo y me giro para mirar hacia otro lado.

— Eres un idiota, Draco.

— Bueno, pero me quieres —dice él soltando una risilla.

— Eso no lo puedo negar —y sonrío.

Me giro y me lo encuentro apoyado en una sola rodilla, como en las películas cuando te piden matrimonio.

Alzo las cejas, sorprendida y entreabro un poco la boca.

— ¿Qué demonios haces?

— No te asustes —dice él, sonriendo—. Que solo estoy recogiendo mi ropa.

Entonces me doy cuenta de que es cierto, tiene la ropa esparcida a sus lados. La coge y se viste. Yo busco mi camiseta y cuando la encuentro, camino hacia ella y la cojo. Me la pongo y me quedo mirando a Draco, quien se ha puesto a hacer un castillo de arena.

— ¿En serio, Draco? —pregunto con burla.

— ¿Qué? —se queja él—. Me encantan los castillos de arena.

Me siento a su lado y lo ayudo.

— ¿Por qué no usas la varita? —le pregunto.

Sacaría la mía, pero está dentro. Y me apetece ver a Draco en situación.

— Esta es una de las pocas cosas muggles que me gustan —me responde, y se encoge de hombros.

Me lo quedo mirando y veo cómo sus ojos se iluminan con el castillo. Cada vez va tomando mejor forma y la verdad es que me gusta cómo está quedando.

Cuando termina, resulta que es el castillo de Hogwarts. Me quedo con la boca abierta, asombrada. ¡Qué maña tiene! Le ha costado toda la mañana, ¡pero ha valido la pena!

Miro a Draco y veo que él tiene la cabeza gacha. Ma acerco a él y paso un brazo por sus hombros. Él me abraza y me susurra:

— Lo siento. Por todo lo que sucedió en Hogwarts.

Me quedo mirando al colegio de arena.

— No importa —digo, y observo cómo el agua destruye el castillo.

Terminamos de comer, nos duchamos y decidimos relajarnos en la cama. Draco y yo estamos tan cansados que no tardamos en dormirnos.

Sueño con él, cuando iba a Hogwarts y se convirtió en hurón.

Cuando me despierto, ya es de noche. Me revuelvo en la cama y me llevo una decepción cuando no encuentro a Draco con la mano. Abro los ojos y cojo mi varita, que está en la mesita de noche. Susurro Lumos y veo que estoy sola en la habitación. Salgo y tampoco veo a Draco.

Frunzo el entrecejo y salgo afuera. Me lo encuentro en la orilla, cerca del agua y mirando la luna. Suspiro, aliviada, y me acerco a él.

Me siento a su lado y ambos nos quedamos en silencio.

De pronto, coge mi mano y la acaricia, pero sigue mirando la luna. Es tan raro todo...

— ¿Estás bien? —le pregunto en un susurro.

Él asiente y me mira. Entonces veo que los ojos los tiene hinchados de llorar y me asusto.

— ¿Qué te ha pasado?

Me acerco a él y lo abrazo. El me devuelve el abrazo y me besa en la frente.

— Nada. Es solo que... soy feliz. Sé que suena cursi pero, es la verdad.

Me aparto y lo miro a los ojos. Se le cae una nueva lágrima y la atrapo con mis labios.

— ¡Me vas a hacer llorar! —replico con una sonrisa.

Él me abraza fuertemente.

— No quiero volver a hacerte llorar.

— Pero, Draco, ¿ni siquiera de felicidad?

— Eso sí —susurra. Y me besa en los labios.

— ¿Sabes? Te amo —digo sin más.

Él se tensa. Lo noto. Me aparto de él, confusa, y me lo quedo mirando con el entecejo fruncido.

— ¿Ocurre algo?

Él sacude la cabeza.

— No, es sólo que... Yo también te amo, Dana —y se abalanza sobre mí para besarme, me tumba en la arena y, mientras besa mi cuello, yo le acaricio la espalda.

Sexo a la luz de la luna.

Perfecto.

Al día siguiente, Draco me informa de que es el último día que pasamos aquí. Antes de que se haga de noche, debemos abandonar la isla. Sí, la isla. Como si estuviéramos en Supervivientes o algo así.

Pero esto es mucho más romántico y más real.

¡Ha alquilado la isla solo para nosotros! Bueno, en realidad el motivo ha sido para que yo le perdonase. Es tan mono...

Así que así pasamos el día: comer, beber, bañarnos, follar y dormir.

Hasta que llega la hora y nos toca volver a casa. Nos despedimos con apasionado beso y él se va a la Mansión Malfoy y yo a mi casa, con mi prima Julia, la que me espera con una sonrisa de oreja a oreja, impaciente por que se lo cuente todo. Ah, y también está George.

Pues qué bien.

ENTRE MUGGLESWhere stories live. Discover now