†60†

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— ¿Unos diitas? —pregunta Julia frunciendo el entrecejo—. ¿Eso cuánto es exactamente?

— Eso digo yo —replica mi hermano encarando una ceja—. Más bien, yo digo todo. ¿Qué coño ha pasado? ¿Dónde estamos?

Me río nerviosamente.

— Te queda mucho por aprender, hermano. Mejor nos sentamos y te explico.

Él encara una ceja.

— Más vale que la historia contenga sexo.

— ¡Ed! —replico.

— ¡Qué guarro! —exclama, horrorizada, Julia.

Después de una hora o así explicándole a mi hermano todo lo que sé, paro para coger aire y mirarlo interrogativamente. Quiero saber que piensa de todo esto.

Como yo, al principio, debe pensar que es una locura. Recuerdo que yo al principio no me lo creía y que pensaba que me estaba volviendo loca. Ja. Ojalá. Pero no, esa locura es verdad.

Creo que a mi hermano le cuesta un poco reaccionar porque sigue con la boca abierta, mirándome con los ojos abiertos, como si le hubiesen echado un petrificus. Espera, ¡es que le han echado un petrificus!

— ¡Julia! —replico.

Ella se ríe y deshace el hechizo.

— ¿Qué ha pasado? —pregunta, confuso, Ed.

— La prima Julia te ha hecho de las suyas.

— ¿Brujas? —pregunta Ed.

— ¡Julia, lleva media hora petrificado! —la reprendo al darme cuenta de que hace media hora le he confesado que somos brujas.

Ella suelta una carcajada.

— ¿Petrificado? —pregunta Ed, asustado.

Cojo aire y le explico de nuevo todo, pero esta vez mirando a Julia para que deje quieta su varita. Cuando termino, mi hermano parpadea varia veces.

— Me estás diciendo que sois brujas, como las de las películas y todo eso. Que volais en escobas, y tenéis un deporte llamado quidditch. Que hay un colegio de magia llamado Hogwarts. Que eres una ex-mortífaga obligatoriamente. Que puedes pasar de un mundo a otro. Que puedes hacer magia con una varita. Que eres de Slytherin o algo así. Que eres adoptada. Que tus padres verdaderos te han dejado una casa. Que utilizas como dinero monedas de oro. Que no eres mi hermana de verdad... ¡TODO ESTO ES UNA LOCURA, JODER!

— Bienvenido a mi mundo —dice Julia con una sonrisa de maldad.

— ¿Me estáis gastando un broma?

— Prima —dice Julia—. Se te ha olvidado añadir que somos nietas de un asesino —sonríe de medio lado.

Me doy un golpe en la frente y oigo cómo grita Ed.

— ¿Por qué lo tenías que decir, Julia? —gruño.

— ¿Un asesino? ¿Qué coño es esto, Dana?

— Bueno, es mi vida —digo—. Y lo siento si no te gusta, pero tenía que contártelo.

— ¿Qué dices? —exclama— ¡Es genial!

Y, dejándome sorprendida, me abraza.

Para cenar, pedimos un par de pizzas y nos las comemos en el sofá, los tres sentados y viendo El destino de Júpiter, que hemos alquilado en un videclub de un pueblo cercano.

Me encanta esta película. Todavía no me he quedado con los nombres, pero el chico del que se enamora Júpiter me encanta. O sea, es muy bonito lo que hace por ella. Y en cuanto al resto de la trama, también me gusta.

Aunque no me he enterado de mucho porque Julia y Ed han estado peleándose por las palomitas. Cuando Ed las tenía, Julia se cruzaba de brazos y miraba la película con cara de mala leche. Y cuando las tenía Julia, Ed le hacía cosquillas y a Julia se le caían al suelo. Y yo en el medio, así que ya debéis imaginar quién se ha llevado la peor parte.

Cuando la película termina, casi doy las gracias porque así me puedo separar de ésos dos, nos vamos cada uno a dormir.

No me puedo creer que ya sean las doce.

Solo cinco días para la boda...

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