#oneshot VI

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14 de noviembre. 2022.
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NARRA MÓNICA

-¡Las doce! -exclamó alguien desde la otra punta de la mesa -¡felicidades, Mati!

Di un toque en la pantalla de mi móvil para que éste se encendiera, y efectivamente comprobé que el reloj marcaba medianoche. Sonreí y me levanté de mi silla para correr a abrazar a mi amigo y compañero.

Aquel domingo por la noche, tras hacer el último informativo, habíamos ido parte del equipo a cenar a un restaurante en el centro de la ciudad. La intención era esperar a que dieran las doce y brindar con y por mi adorado Matías, ya que cumplía una vuelta al sol más. Ya son muchos años celebrándolo, y aunque parezca complicado, cada vez nuestra relación es mejor y mejor. Él era una de las personas que yo más amaba del mundo, sin lugar a dudas.

-Feliz cumple, corazón -le dije con una sonrisa de oreja a oreja, lanzándome a sus brazos.

Matías rodeó mi cuerpo y me balanceó de un lado a otro, intensificando la muestra de cariño.

-Gracias, jefa -dijo riendo, contagiándome acto seguido -que sería de mí sin ti.

Moví mi cabeza y besé su moflete. El resto de personas corrieron igualmente a felicitar a nuestro Matías, mientras yo alcanzaba mi copa de vino y me unía al brindis propuesto.

-Salud -repetí.

Se hizo el silencio mientras cada uno dábamos nuestro sorbo de rigor, para inmediatamente después volver a sentarnos y continuar con la noche, que pintaba que aún le quedaba un buen rato; a pesar de vernos cada fin de semana, era cada vez menos habitual que todos coincidiéramos en un contexto tan distendido como aquel. Lo disfrutábamos especialmente.

Fue entonces, en ese preciso instante, en medio de toda la felicidad y barullo, cuándo pensé en ella.

Catorce de noviembre. Desde hacía seis años, era un día marcado en rojo en mi calendario. Siempre me había hecho especial gracia que el cumple de Matías y Vanesa fuera el mismo día.

«No es casualidad. Somos tus dos novios»

Aquello era algo que siempre solían decirme ambos. Yo reía y asentía, porque verdaderamente también estaba segura de que no era casualidad.

Me sentía rara no empezando aquel día con ella. El año pasado estuvimos en Madrid, porque yo trabajaba, pero me vino a buscar a las cuatro, tras el primer informático, y fuimos a merendar unas tortitas con chocolate, para que ella soplara conmigo sus velitas, como siempre hacía. Hace dos estuvimos en Málaga; fuimos a cenar a un lugar de renombre en la ciudad y luego abierto un champán en casa, para disfrutar de aquella noche tan especial. Hace tres volvió a coincidir en Málaga, y yo le organicé una fiesta sorpresa con sus amigos en un local precioso, a pie de playa. Hace cuatro, en Ámsterdam. Y así podría seguir horas, enumerando cada uno de nuestros recuerdos juntas.

Hoy estaba sin ella. Bueno, hoy, y cada día desde hacía ya seis meses.

Dos mil veintidós no comenzó bien para nosotras. Sus ausencias, aunque ya era algo que por desgracia tenía más que asumido, terminaron por desgastarme y envolverme en una rutina de estar sin ella, que me estaba matando. La necesitaba tanto, quería tanto de ella, teníamos tantos proyectos que hacer, tanto que vivir y tanto que disfrutar juntas, que ver que su trabajo nos lo estaba impidiendo, no me permitió ver con claridad nuestro futuro. Recuerdo con nitidez nuestra última discusión, y como sus ojos llorosos me miraban de cerca.

Nadie más que túWhere stories live. Discover now