Capítulo 17

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NARRA VANESA

Tras aquel intenso pero breve virus que atacó mi cuerpo, me recuperé y volvimos al trabajo con normalidad. Mónica me demostró todo lo que se preocupaba por mí, incluso a tantos kilómetros de distancia, y me hizo querer que el reloj corriera más y más rápido, para que sucediera nuestro reencuentro lo antes posible. Se me estaba empezando a hacer cuesta arriba.

Cogimos un avión a los pocos días, para viajar a la siguiente ciudad dentro de nuestro itinerario americano. Ana y yo estábamos sentadas en una cafetería del aeropuerto, esperando a que la pantalla que teníamos a nuestra derecha nos dijera la puerta de embarque a la que nos teníamos que dirigir.

-¿Te acuerdas de Sofía? -me preguntó mi amiga mientras miraba mi móvil.

Levanté la mirada y mis ojos se dirigieron a los suyos.

-¿Qué Sofía? -le dije -¿aquella chica que te follabas cuándo íbamos Chile?

-¡Vane! -me riñó, mirando a un lado y al
otro rápidamente.

La verdad, estábamos rodeadas de gente. Reí.

-¿A esa te refieres? -insistí, bajando la voz.

-Sí, a esa -me respondió finalmente.

-¿Qué pasa con ella?

-Qué ahora vive en Buenos Aires -me contestó -llevamos un tiempito hablando y he quedado con ella estos días.

No desvíe mi mirada de la suya. Sonreí pícaramente, y Ana dejó de mirarme, en una mezcla de vergüenza y enfado.

-No sé para qué te cuento nada.

Reí esta vez.

-Di que no, Anita -dije acariciando su brazo -disfruta tú que puedes.

Siguió mi risa.

-Para una vez que eres tú la que está siendo fiel... -dijo.

-¡Oye! -me ofendí -yo he sido muy fiel siempre.

Mi amiga volteó sus ojos, incrédula.

-Muy enamorada tienes que estar, que hasta has olvidado el pasado -dijo.

Le di una patada bajo la mesa, que sólo incrementó sus risas.

-Oye, pero cuéntame -volvió a hablar -¿cómo lo estáis llevando?

Me tomé el lujo de pensar en Mónica unos segundos antes de contestar, y en la manera en la que estábamos gestionado la cruda situación. No era lo mismo vivir algo así cuando llevabas años de relación, que al cuarto mes de empezar. Nuestras pieles demandaban contacto, y no estaba siendo posible.

-Bueno -empecé a decir -ella me dice que está bien, pero la noto algo apagada... Sé que no me cuenta del todo para no preocuparme, pero me estoy dando cuenta.

Ana no dijo nada, sabiendo que iba a continuar hablando.

-Yo la echo de menos un montón, más de lo que pude imaginar antes de venirnos -comenté -estoy dándome cuenta de muchas cosas estos días.

Me miró, expectante, invitándome a seguir contándole.

-No sé, Anita, es que... -suspiré -me apetece todo con ella ahora mismo.

La sonrisa de mi manager ahora me hizo ruborizarme a mí.

-Estás enamorada, chiquilla -me dijo -qué canciones más bonitas vas a escribir.

Reí, dándole un manotazo. Aún nadie lo sabía, ni siquiera Mónica, pero en mi cuaderno ya había unas cuantas letras que había escrito por y para ella, y mi guitarra también conocía su nombre.

Nadie más que túWhere stories live. Discover now