Capítulo 29

1.7K 79 15
                                    

NARRA MÓNICA

Amanecí aquel día sola en la cama, bastante temprano por la mañana. Era sábado y tenía que ponerme en marcha en seguida para llegar a la primera reunión del día de la redacción, y así poder entablar el día de trabajo con mayor tranquilidad.

Me desperecé sobre el colchón y palpé aquel lado de la cama tan vacío; la echaba de menos especialmente, pero la gira que recientemente acaba de comenzar la obligaba a pasar fuera de casa gran parte de los fines de semana. Algún viernes me escapé a verla, a alguna ciudad no muy lejana, pero normalmente era algo que no me podía permitir hacer, ya que mi trabajo me reclamaba cada sábado y cada domingo, casi religiosamente.

Salí de mi dormitorio en dirección al baño, mientras desenchufaba mi móvil, que se había pasado la noche cargando. Me encontré con mis mensajes preferidos, ya desde hacía unos meses.

«Ya estoy en el hotel. Espero que tú estés dormidita y descansando para el finde de trabajo que te viene encima. Te echo de menos con locura, mi tú. Te quiero, hablamos mañana»

Sonreí, enternecida por cada una de sus palabras. Desde que Vanesa había llegado a mi vida me sentía tan querida, que hasta yo misma me encontraba mejor conmigo misma. Me ayudaba a sentirme valorada, capaz y feliz. Comencé a responderle.

«Buenos días, amor. Ahora espero que la que estés dormida seas tú. Yo tengo mucho sueño, pero estoy bien. Te he echado de menos toda la noche, y algo me dice que también te voy a echar de menos todo el día. Te quiero más. Llámame luego»

Dejé el móvil y salí del baño, en dirección a la cocina. Me preparé mi desayuno rutinario, sin mucha innovación, y lo comí en silencio, leyendo las noticias y mirando las redes sociales. Cuando terminé fui directa a la ducha, y tras vestirme, secarme el pelo y maquillarme un poquito los ojos, bajé hasta el parking con mi bolso a cuestas, bastante motivada para enfrentarme al largo día de información que estaba a punto de comenzar.

Aún no había apagado el motor, ya en el parking de la redacción, cuando mi móvil volvió a recibir otro mensaje.

«Te he estado buscando en la cama toda la noche. ¿Tienes cinco minutos para mí? Te llamo»

Sonreí, una vez más. Le contesté que sí, aunque sabía que esos cinco minutos al final serían, por lo menos, quince, y terminaría por llegar tarde a la reunión. Pero necesitaba oír tanto su voz, que me importó bastante poco.

-Buenos días -le dije nada más descolgar el teléfono.

-Buenos días, corazón -me respondió adormilada -¿ya estás en el trabajo?

-Estoy en el coche, a punto de entrar -le conté -¿has dormido bien?

-Bien, sí -dijo -pero te echo mucho de menos.

Cerré los ojos, apoyando mi cabeza en el asiento.

-Y yo a ti -respondí -un montón.

A aquella confesión le siguieron un par de segundos de silencio, donde supe que ambas estábamos lamentándonos por no tenernos cerca.

-Mañana ya nos vemos -dijo Vane -domingo por la noche.

Sonreí.

-Mi momento favorito de la semana.

-Y el mío.

Reímos ambas. Los domingos, cuando salía de trabajar, nada me gustaba más que encontrarme con ella en casa, cenar algo que nos encantase, beber vino, charlar durante horas y hacer el amor. Era mi medicina, y sabía que la suya también.

-¿Cómo hacéis hoy? -le pregunté -¿a qué hora salís hacia Barcelona?

-Ahora desayunaremos con calma y en breves ya tiraremos -me contó -a ver si llegamos relativamente pronto y no vamos agobiados, como nos pasó ayer.

Nadie más que túWhere stories live. Discover now