Capítulo 7

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NARRA VANESA

Diez días después todo seguía igual de mágico. Mónica y yo nos vimos casi a diario, compartiendo comidas, cenas y horas de charla y besos. Cada día que pasaba me sentía más a gusto con ella, y mis sentimientos, de forma paralela, también crecían; había descubierto a una mujer no solo bella por fuera, sino también por dentro. Era un sueño, en todos los sentidos. 

Aquel jueves habíamos quedado en mi casa para cenar; esta vez, nada de comida a domicilio: le había dicho que le cocinaría yo. Fui al súper por la mañana y compré todo lo necesario para hacer una cena especial para las dos, además de un buen vino para pasar, de la forma que más nos gustaba, nuestras horas de buenas conversaciones.

Sobre las nueve, cuando ya llevaba un ratito con mi música metida en la cocina, sonó el timbre. Fui feliz a abrirle, sabiendo que en segundos la tendría conmigo ahí.

Efectivamente, apenas un minuto después me encontré con su carita al otro lado de la puerta. Traía entre sus brazos un postre de chocolate con el que apenas podía.

-Hola -dijo sonriente tras la enorme caja -¿se puede?

-Para ti siempre se puede -le dije devolviéndole la sonrisa y haciéndome a un lado para dejarla pasar al interior.

Antes de nada, se incorporó hacia mí y me dio un bonito beso, que me atontó un poquito más de lo que ya lo estaba con ella.

-Hay que meter esto en la nevera -dijo entrando detrás de mí en la cocina -lo siento, no he podido evitar comprarlo de chocolate.

Reí, cogiendo la caja y metiéndola en uno de los estantes medio vacíos de la nevera.

-¿Una cerveza? ¿O empezamos ya con el vino? -le pregunté agachándome frente al horno y comprobando que el pescado iba haciéndose como debía.

-Me apetece una cervecita -me dijo -¿me acompañas?

Asentí rápidamente, cogiendo dos botellines de la
nevera y quitándoles la chapa, bajo su atenta mirada. Le entregué uno, brindamos y dimos cada una el primer sorbo, aquel que tan rico sabía.

-Huele genial -me dijo mirando a través del cristal del horno -¿estoy apunto de descubrir otro talento tuyo, Martín?

Reí, estirando mi brazo y pidiéndole que se acercara a mí. Así lo hizo; su pecho se pegó al mío y mi mano rodeó su cintura, mientras la suya se enganchaba, como tantas veces en los últimos días, en mi cuello.

-Puede que sí -le respondí, acariciando su cuerpo por encima de su ropa.

Mónica dejó el botellín de cerveza sobre la encimera, pudiendo usar así su otra mano para acariciarme también. Sus labios viajaron a mi cuello, besándolo con mucho cariño; cada vez que lo hacía, me volvía un poco más loca.

-Mmmm -exclamé, feliz por sus mimos.

Salió de su escondite y me regaló un beso de película; su lengua se enredó en la mía y sus manos comenzaron a acariciar mi pelo. El paraíso.

-Cada día me gustas más -susurró besando mi moflete.

Cerré los ojos por inercia. Deseaba a aquella mujer con todo mi cuerpo.

-Y tú a mí -confesé -preciosa.

Otro par de besos más, y volví a terminar de preparar la cena, que ya estaba casi lista. Mónica me ayudó, mientras no dejaba de piropear lo bien que olía y la buena pinta que tenía todo.

Un ratito después ya estábamos en la mesa, disfrutando de la comida y con nuestras copas de vino llenas. Nuestras manos se buscaban constantemente sobre el mantel, porque nada nos gustaba más que sentirnos cerca mientras nos contábamos las mil cosas que nos encantaba contarnos. Lo habíamos descubierto estos días atrás.

Nadie más que túWhere stories live. Discover now