Capítulo 18

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NARRA MÓNICA

El fin de semana anterior a su vuelta a casa no trabajé. Mis padres habían organizado una comida familiar en casa, y decidí coger aquellos dos días de vacaciones adelantadas para poder disfrutar de un poco de tranquilidad y de cariño después de tantas semanas sola, en Madrid.

Elche me recibió con un calor agobiante, pero con tanta felicidad como me tenía siempre acostumbrada.

-¿Cómo estás? -sentí las manos de mi hermano sobre mis hombros, por la espalda.

Era domingo, y tras comer en casa, estaba en el jardín, disfrutando de la sombra que me proporcionaba un árbol cercano, acompañada de un buen libro.

Me giré para mirar a Jesús, que muy sonriente tomó asiento a mi lado.

-Bien, cariño -le respondí.

Cerré el libro y lo dejé sobre la pequeña mesa que estaba a mi izquierda.

-Ya vuelve tu chica en nada, ¿no?

Sonreí. Aunque mi familia y Vanesa todavía no habían tenido ocasión de conocerse, durante aquellas últimas semanas, debido a todo lo que la estaba echando de menos, no pude remediar hablarles de ella. Me veían ilusionada, y eso para ellos ya era más que suficiente.

-Sí -respondí -en un par de días ya está en Madrid.

Sonó igual de bien como se sentía. Llevaba deseando verla desde que se fue, pero en los últimos días, al darme cuenta de lo inminente que era su vuelta, todavía las ganas eran mayores. Teníamos tantas cosas que hacer y que contarnos, que no paraba de imaginar nuestro reencuentro.

-Tenemos ganas de conocerla -dijo mi hermano echándose hacia atrás en el sofá -se te ve muy feliz, Moni.

Me abracé a mi hermano al escucharle. Me correspondió, rodeando con su brazo mi cuerpo y yo cerré los ojos, sobre su pecho.

-Estoy muy enamorada de ella, Jesús.

Sentí el aire que se escapó de su sonrisa en mi oreja. Su enorme mano comenzó a hacerme mimos en la espalda, y guardamos silencio durante unos segundos.

-Ya es de la familia, entonces.

Sonreí yo esta vez. Necesitaba que Vane me acompañara a casa pronto, porque me moría de ganas de que comprobaran la preciosa mujer con la que compartía mi vida, y que disfrutaran de ella tanto como yo lo hago.

El martes por la mañana volví en tren a Madrid. Podría haberme quedado en casa más tiempo, pero no podía esperar para reencontrarme con Vanesa. Su vuelo aterrizaba en Barajas a las nueve de la noche, y tras debatirme internamente en qué hacer, decidí sorprenderla esperándola en su casa. Antes de irse me había dado unas llaves para que fuera de vez en cuando a comprobar que todo estaba en orden y a regar sus plantitas.

A mediodía llegue a la capital, y lo primero que hice fue acudir a mi cita semanal con Patri. Comimos juntas, dimos un largo paseo y terminamos tomando un café en uno de los lugares donde más rico lo hacían de la ciudad.

-¿No vas a ir al aeropuerto? -preguntó mi amiga, ya a media tarde.

Negué con la cabeza, revolviendo mi café.

-No -terminé diciendo -la esperaré en casa.

Patri sonrió maliciosamente.

-¿Desnuda?

La patada que le di bajo la mesa no dejó indiferente a nadie.

-Te voy a dejar de contar las cosas -dije, intentando no reír -eres insoportable.

Nadie más que túOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz