Capítulo 25

1.5K 73 12
                                    

NARRA VANESA

El tiempo siguió pasando, y con él, la vida. Mónica y yo nos acercábamos poco a poco a nuestro primer año juntas; me parecía mentira lo rápido que habían pasado los meses. Ya no me acordaba casi de lo que era ser sin ella.

Era domingo, y Mónica estaba trabajando desde temprano por la mañana. Yo, por mi parte, estaba disfrutando de un placentero día libre, donde me había dedicado a cocinar, descansar y tocar la guitarra. A las tres de la tarde me senté con mi plato de comida frente al televisor y babeé un poquito más de la cuenta viendo aquellos ojitos verdes contarme las últimas noticias.

Había una cosa que, después de tanto tiempo, continuaba sin poder evitar hacer cuando la veía así. Le saqué una foto a la pantalla del salón y entré en su chat.

«Casi un año después y sigo sin poder creérmelo»

Cuando su imagen salió de pantalla, vi como se ponía en línea y leía mi mensaje. Nada me gustaba más que aquello.

«Casi un año después, y sigue poniéndome igual de nerviosa saber que me ves. Pienso en ti mucho»

Me derretí. Le contesté de nuevo y enseguida dejó el móvil, porque debía continuar con su informativo.

Las cosas, siendo sincera, no podían ir mejor entre nosotras. Nuestras visitas a Elche y Málaga eran bastante habituales, además de una pequeña escapada que habíamos hecho a Lisboa en la cual habíamos sido felices a más no poder. Nos amábamos a tiempo completo, sin miedos, sin escondites y sin reproches.

En un par de ocasiones nos sacaron alguna foto más en revistas o portales digitales, pero nunca fueron demasiado comprometidas y nunca se entrometieron demasiado en nuestra intimidad; se trataba de fotos paseando por Madrid, yendo o viniendo de comer o cenar. La gente comenzaba a sospechar que entre Mónica y yo no sólo había una amistad, pero ninguna de las dos estábamos dispuestas a decir ni una palabra sobre el tema. Nuestra vida era nuestra, y de nadie más.

La tarde la pasé entretenida ordenando mil cosas en casa y disfrutando de sol que daba de pleno en la terraza. Hice desde allí mismo un par de llamadas de trabajo que tenía pendientes, a pesar de ser domingo, y cuando me quise dar cuenta estaba ya atardeciendo. Entré de nuevo en casa, coincidiendo con el sonido de mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón de pijama. Me sorprendí, porque Mónica estaba llamándome a apenas diez minutos de comenzar el informativo. Algo había pasado.

-¿Cariño? -respondí.

Supe enseguida que algo iba mal. Oí sólo su respiración bastante agitada.

-Mónica, ¿estás bien? -comencé a perder los nervios -¿qué pasa?

-Vane -dijo bajito -ven a buscarme, por favor, tenemos que... Vane, por favor.

-¿Qué? -el corazón se me subió a la garganta -¿cómo que vaya a buscarte? ¿qué pasa? ¿y el informativo?

-Mi padre, Vane -dijo comenzando a llorar -me ha llamado Jesús y... está en el hospital, le ha dado un infarto y...

Sentí un garrafón de agua fría cayéndome por encima. Mónica lloraba al otro lado del teléfono.

-Estoy allí en quince minutos -dije corriendo al dormitorio -¿necesitas que te lleve algo de casa?

-No -dijo -sólo te necesito a ti.

-Ya voy, mi vida -dije por último -espérame allí.

Nadie más que túWhere stories live. Discover now