#oneshot V

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Primer día de diciembre. 2016.
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NARRA MÓNICA

Subí a mi casa en el ascensor pasadas las seis de la tarde, tras compartir una bonita comida y sobremesa con Vanesa. Hacía poco más de dos semanas que nos
habíamos conocido en los estudios de Onda Cero; ella había ido a promocionar su nuevo disco y yo estaba allí haciendo mi sección semanal de radio. Nos presentaron y, de manera especialmente veloz, nos caímos muy bien y conectamos.

Hoy habíamos compartido la que fue nuestra cuarta quedada juntas; fuimos a comer a un céntrico restaurante italiano, y compartimos unas cuantas horas de conversaciones, donde nos continuamos conociendo y reiterando la buena conexión que había entre ambas. La verdad, estaba feliz de haberla conocido.

Me cambié de ropa, porque había pasado algo de frío aquella tarde, y me tiré en el sofá con mi ordenador portátil para escribir algunas letras que se me habían pasado por la mente en las últimas horas. Mi móvil emitió un breve sonido desde la mesita que estaba frente al sofá, donde lo había dejado nada más atravesar la puerta. Lo alcancé.

«¿Has llegado bien a casa?»

Sonreí. Había dejado hacía apenas treinta minutos a Vane en su casa, y había vuelto con mi coche conduciendo hasta la mía. Ahora me preguntaba si todo había ido bien durante el camino.

«Sí, he llegado bien. Gracias, Vane»

Vi como lo leía de manera veloz, y me volvía a responder una vez más. Y yo a ella. Y ella a mí. Y así durante los siguientes minutos. Era bastante sorprendente, por lo menos para mí, las ganas que teníamos de continuar hablando y sabiendo la una de la otra, a pesar de haber estado juntas durante horas hacía tan solo un rato.

¿Qué era aquello que me estaba ocurriendo?

Apenas nos conocíamos, pero sentía en muchas ocasiones, cuando estábamos juntas, que hacía años que lo hacíamos. Me hacía sentir muy bien ver todo lo que teníamos que hablar, que contarnos y que aprender la una de la otra. La admiraba como artista, pero ahora me estaba dando cuenta de que dentro de ella había algo que me hacía también admirarla como persona y como mujer.

La verdad, a pesar de la felicidad y bienestar que me generaba toda aquella bonita situación, había algo dentro de mí que me mantenía en alerta e, inevitablemente, no me dejaba disfrutarla al cien por cien. Aquella inquietud que sentía en el pecho sabía de sobra qué la generaba.

Comprendía a la perfección que aquellas quedadas que Vanesa y yo estábamos teniendo eran citas. Citas para dos. Citas románticas, para conocernos, para averiguarnos y para proyectar, quizás, en un futuro, sentimientos compartidos. El problema en todo aquello es que yo nunca había sentido nada así por una mujer. En mi vida. No sabía cómo gestionar aquel interés que, inevitablemente, surgía en mí, porque eran tan nuevo que, muchas veces, me paralizaba y no me dejaba pensar con claridad.

En cambio, a Vanesa sí le gustaban las mujeres. Siempre lo supe, incluso antes de conocerla, pero en aquella comida que habíamos compartido lo había confirmado, porque me habló de su ex novia. No me sorprendió, pero sólo me hizo perder un poquito más los nervios al casi tener por seguro que lo que ella sentía por mí no era un interés amistoso, si no que, probablemente, le gustaba. Una mujer llena de talento, divertida, carismática y guapísima tenía interés en mí. Y yo no sabía qué hacer.

Me levanté del sofá, porque de tanto pensar, me estaba agobiando considerablemente. Empecé a dar vueltas sin sentido por mi salón, mientras veía como al otro lado de la cristalera el sol comenzaba a caer. Suspiré y admití algo que, aunque me asustaba, era una realidad: me gustaría estar con ella en ese momento. Volver a verla.

Nadie más que túTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon