Capítulo 12

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NARRA MÓNICA

Abrí los ojos en Elche un jueves de mediados de abril. El fin de semana siguiente era el cumpleaños de mi madre, y ya que no iba a poder estar con ella, decidí bajarme unos días antes para disfrutar de tiempo en familia. Para pasar el mayor tiempo posible con ellos opté por dormir en su casa, en mi habitación de toda la vida, a pesar de tener desde hace años un pequeño piso en propiedad en el centro de la ciudad.

Bajé a la cocina pasadas las nueve, y allí me encontré a mis padres compartiendo su café matutino.

-Buenos días -les dije besando el moflete de cada uno con mucho cariño.

Dejé el móvil sobre la mesa donde estaban sentados, y me acerqué a la cocina para prepararme mi desayuno.

-¿Has dormido bien, cariño? -me dijo mi madre mirándome muy sonriente.

-Muy bien -le respondí -esa cama siempre será mi preferida.

Mi padre rió, mientras terminaba de leer las noticias en su tablet. Yo, por mi parte, tosté pan y eché leche en el café que me estaba preparando, cuando oí que mi móvil comenzaba a sonar.

-Te llaman, Moni -dijo mi madre, mientras agarraba mi móvil y lo acercaba a mí.

-Voy -dije echando un poco de aceite sobre el pan -¿quien es?

-Vane, pone -me respondió.

Me puse nerviosa de golpe, y dejé lo que estaba haciendo para acercarme a mis padres. Mi madre me miró, porque había notado mi intranquilidad y porque nunca le había hablado de ninguna Vane.

Cogí el teléfono y salí de la cocina, atravesando la puerta que me llevó a la terraza, abierta ligeramente.

-Hola, cariño -le dije bajito -¿qué ha pasado?

-Hola, preciosa -me respondió -no ha pasado nada, pero me apetecía desearte buenos días y hablar contigo un segundito, antes de tener que irme.

Me derretí, sin poder evitarlo.

-Me encanta la idea -le confesé -¿has pasado buena noche?

-Sí, he dormido bien -me respondió -pero podría haberlo hecho mejor, si tú estuvieras aquí conmigo.

Volví a derretirme una vez más. Verdaderamente, estaba perdiendo la cabeza por ella.

-En un par de días -le dije -yo también te echo de menos.

Hubo unos segundos de silencio, donde supe que ambas estábamos sonriendo.

-¿Qué planes tienes para hoy? -me preguntó -¿hace buen día?

Le conté, largo y tendido, los paseos que había planeado dar por la playa, la comida que habíamos
organizado con mi hermano y mis sobrinos y la cena con mis amigas de colegio. Ella, por su parte, tenía por delante un largo día de trabajo, que culminaría con un evento de una conocida radio.

-Mándame fotitos -me dijo -qué envidia me das.

-Y tú a mí también -le respondí -quiero ver lo guapa que te pones.

Un par de minutos después colgamos, deseándonos pasar un bonito día. Suspiré, antes de volver al interior de casa, por lo contento que tenía el corazón y lo feliz que me hacía saber que tenía a una mujer maravillosa sintiendo cosas igual bellas por mí.

Cuando entré en la cocina, mi madre había terminado de hacerme el desayuno, y me esperaba perfectamente colocado en la mesa donde ellos estaban sentados.

-Gracias, mami -le dije besando su pelo.

Me sonrió, y tras dar el primer sorbo de café, me preguntó.

Nadie más que túOnde histórias criam vida. Descubra agora