Capítulo 26

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NARRA MÓNICA

Pasamos finalmente dos noches juntas en Elche debido a aquel tremendo susto en el estado de salud de mi padre. Las horas siguientes a nuestra llegada las pasamos metidas en el hospital, entre la habitación, la sala de espera y la cafetería.

Habíamos decidido irnos de vuelta a Madrid al día siguiente, coincidiendo con el alta de mi padre. Aquella noche queríamos ir a cenar a algún sitio especial, para evadirnos un poco y disfrutar juntas, pero unas tormentas y lluvias torrenciales nos obligaron a improvisar una cena romántica en casa a la luz de las velas y con el sonido del agua caer con fuerza de fondo. Verdaderamente, tampoco sonaba tan mal.

-A la de tres, ¿vale? -dijo Vane concentrada a más no poder.

Llevábamos un rato liadas en la cocina; habíamos cortado algo de embutido y abierto una botella de vino para ir picando mientras hacíamos una tortilla de patatas. Había llegado el momento crítico de darle la vuelta.

-Con decisión, Vane -le dije mirándola a los ojos -sin miedo.

Vanesa asintió muy seria, haciéndome reír un poco. Fijamos la mirada en la sartén y tras contar juntas hasta tres, le dimos al vuelta con ayuda de un plato. Me llena de orgullo decir que no se derramó ni una gotita de huevo.

-¡Bien! -exclamó Vanesa, volviendo a poner la tortilla en el fuego para que continuara haciéndose por el otro lado -choca, mi amor.

Reí con ella y acerqué la palma de mi mano a la suya, en señal de victoria. Sellamos toda la escena con un bonito beso.

-No confiaba nada en nosotras -confesó cogiendo nuestras copas y entregándome la mía.

Reí de nuevo, negando con la cabeza. Iba a contestarle pero un tremendo rayo iluminó toda la casa, seguido de un fuerte trueno que nos dejó pasmadas.

-Vaya nochecita se ha quedado -dije viendo cómo las enormes gotas de lluvia impactaban contra el cristal.

-A mí me encanta -me respondió acercándose a mí y abrazándome por la cintura -cenita en casa, vino, velitas y sexo.

Le correspondí el abrazo, pero me apeteció jugar.

-¿Sexo? -dije acompañado de una risita floja -muy optimista te veo.

Vanesa no pudo evitar reír. Salió de nuestro abrazo y me miró.

-Creo que será fácil convencerte -respondió.

La empujé ligeramente hacia atrás, sabiendo que tenía razón. A mí también me apetecía muchísimo pasar una noche tranquila y llena de amor juntas en casa, refugiadas del frío y de la tormenta.

Cuando tuvimos todo listo nos sentamos a cenar en la mesa del salón, que estaba pegada a la ventana y que nos permitía disfrutar del espectáculo atmosférico que teníamos ante nuestros ojos.

-Hoy, hace un año, fue nuestra última noche sin conocernos -me dijo de pronto, en medio de la conversación que estábamos teniendo.

Sonreí tan nostálgica como enamorada. Al día siguiente haría un año exacto de aquel primer encuentro tras su concierto en Málaga, donde Patri tiró de mí hasta su camerino y donde, tras una rápida conversación, me entregó su número de teléfono, pidiéndome que le mandara un mensaje cuando leyera su libro. Un año, en definitiva, que mi vida había cambiado. Un año que todo tenía un poquito más de sentido.

-Cómo te gusté, ¿eh? -le dije juguetona, dándole con mi pie descalzo en su pierna.

-No sabes cuanto -me dio la razón -y tú estabas a punto de entregarte al mundo lésbico por mí.

Nadie más que túWhere stories live. Discover now