Ataagewin - Un juego de apuestas

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No había vuelto al improvisado poblado desde hacía horas, siendo ya noche cerrada. Tenía una presión en el pecho que había estado ignorando por completo. No podía hacerme cargo de ella. Estaba a la altura de una guerra, no de mí misma.

—Waaseyaa, es tarde, deberías regresar.

Me levanté del borde del acantilado de un resorte. Era Liwanu.

—¿Desde hace cuánto tiempo llevas aquí? —le increpé. No le había oído llegar. Estaba desconcentrada. Perdería.

—El suficiente para aconsejarte que regreses —atajó, educado—. Ishkode aprendió a danzar como los búhos porque Honovi se lo enseñó. No es el único que sabe hacerlo. Soy viejo, Waaseyaa, llevo toda mi vida peleando, y heredé los conocimientos de la lucha cuando ni tan siquiera habíais nacido. ¿Qué ha ocurrido?

—Namid me ha asegurado que estás protegiéndome. ¿Nahuel te lo ordenó?

—Me ha ordenado muchas cosas, pero, sí.

—¿Por qué?

—Somos aliados. Nunca he cuestionado los mandatos de mi jefe, mi papel es obedecer —se encogió de hombros—. Podrías obtener información valiosa, información que ni yo ni Namid podemos alcanzar.

—¿Lanzándome a los brazos de Motega?

—Jugando.

Lo estudié fijamente.

—La guerra es un juego, Waaseyaa. No todo son navajazos y puntapiés. La información es lo que hace a un bando superior. Motega es un jugador más, pero puede servirnos.

—No voy a jugar si eso significa tener que venderme a un hombre.

—Llevas jugando toda la vida. Somos propiedad de esta partida. Podrías tenerle en la palma de tu mano —iba a negarme de nuevo y continuó—: Sé lo que te hicieron. Nahuel y yo no tenemos secretos.

El estómago se me encogió.

—Tengo oídos en todas partes. La lluvia me canta, incluso en sequía, porque los hurones somos el agua que se infiltra entre las raíces de la tierra. Una mujer que no duerme con los demás hombres, a pesar de que está curtida en batalla desde bien joven; una mujer que huye y vence a sus compañeros en los entrenamientos sin piedad. Les pones rostros que no son suyos y en cada victoria sientes que estás más cerca de reclamar el pago por lo que te hicieron. Pero no son ellos, aún no, y sigues corriendo en su busca. Una mujer sola es víctima de la profanación desde que el mundo es mundo. Liwanu comprende, también tuvo hijas.

¿Cuándo desaparecería la vergüenza?

—¿A tus hijas también las violaron en un calabozo? —le ataqué.

—Mis hijas murieron, a diferencia de ti, Waaseyaa, que sigues viva —mantuvo la calma—. Las última vez que las vi estaban correteando sobre los montículos de nieve que había en nuestro poblado.

Se me pusieron los vellos de punta. Habían aparecido en mi visión al ser tocada.

—Y la nieve se sucedió, año tras año, pero ellas no regresaron. Están vagando sin descanso. Nadan contracorriente como los salmones salvajes —se tomó una pausa de varios segundos—. Hay jugadores que están destinados a perder y otros a sobrevivir hasta el último turno. La oración ojibwa del fuego que portas en tu mano es un juramento. Solo las llamas pueden resucitarte hacia el refugio eterno del Gran Espíritu. La vida es un baile en círculos alrededor de la hoguera. Pregúntate por qué los ancestros nos dejan beber a su lado. Sus ofrendas son tu intuición: cuando se reúnen, llaman a nuestros espíritus. Has de sentarte con ellos, compartir su festín y rezar por la muerte que devora el plato humano. Ellos nos entregan las mantas de los niños que se preparan para embarcarse en el viaje hacia la estrella dorada en donde volverán a estar con nosotros. Cúbrete con su piel. Al fuego nada le pertenece, solo ser. Cúbrete con sus pieles, son tu armadura, y tendrás vidas y vidas, pero solo una muerte.

Las risas de los niños me subieron por los tobillos.

—No me importa tu pasado. Mi deber no es juzgarte, sino bailar. Nahuel me transmitió sus planes antes de marchar, igual que lo hizo contigo. Sé de los informantes y sé que no están aquí. Sé que debemos encontrar a Roger McGregor. Y también sé que Motega sabe más de lo que dice. Juega. Gánate su confianza. Hemos de decidir quién será enviado al asentamiento donde permanecen los cinco y quién se unirá a esta comitiva. Necesitamos más hombres. Northern Lake es solo el principio. Motega vendrá con nosotros. Pero eso tú ya lo has visto —apretó más su mirada en torno a mi cuello. ¿Cuánto sabía?—. Namid nos necesita a su lado. Él será el último jugador.

"Todos morirán, menos él".

—Hazle ganar. 

Waaseyaa (III): Despierta en llamasWhere stories live. Discover now