—Lo tenemos que conocer— mencionó mamá.





—Por supuesto, eso es un hecho— papá nos vio.





—Cuando regresen a casa organizaré algo— hablé.





Papá abrazo a mamá amorosamente, al verlos me uní a su abrazó un tanto melancólica. Había crecido siendo testigo de su gran amor; como ambos pasaban tiempo viendo un atardecer o compartir un café mientras llovía, cualquier situación mínima y simple era una oportunidad para demostrar su amor el uno por el otro.





—Los voy a extrañar— me refugié en ellos.





—Nosotros a ti— dijo mamá envolviéndome —Ahora ve arreglarte con ese hermoso vestido.







Los solté viéndolos una vez más, pues sabia que cuando estuviera lista ya no estarían.






—¡Los amo!— dije subiendo las escaleras antes de perderlos de vista.






Terminé de subir a mi habitación, tomé un baño mientras pensaba ¿qué debía hacer con mi cabello?, ya había crecido un poco, así que tal vez lo mejor era dejarlo suelto con algunos pequeños tocados dorados. Al salir aún en bata recordé que la caja seguía abajo; baje por ella rápidamente, confirmando que mis padres ya no estaban. Volví arriba terminando de arreglarme.






Me vi en el espejo, el vestido se acentuaba perfectamente a mi silueta, sin duda alguna Jeliel tenía buen gusto, si es que él lo había elegido y por supuesto que era totalmente de mi agrado. Llamaron a la entrada y supe que era la hora, baje cuidadosamente pues debía acostumbrarme a lo grande del atuendo. Al abrir la puerta un carruaje me esperaba afuera, era blanco con decoraciones doradas con algunas pinturas de colores en las puertecillas de lo que parecían ser Ángeles o algo parecido; un hombre alto vestido con un traje antiguo se bajó y abrió puerta.






—Buenas noches, seré su transporte en su recorrido— habló amablemente —El Joven Jeliel la espera.





—Gracias— respondí abordando el carruaje.





Nos pusimos en marcha, el sonido de los caballos resonaba en el asfalto mientras yo observaba a través de las ventanillas y podía entender hacia dónde nos dirigíamos. Me sentía en una burbuja. Recorrimos un camino hasta que nos detuvimos en stirling heads gallery "el castillo de stirling" que se encontraba cerrado al público. La puertecilla fue abierta para mí, el hombre del transporte me dio la mano para poder descender cuidadosamente. Cuando lo vi nuestras miradas se unieron y sonreí. Era definitivamente apuesto.








—¡Bienvenida!— me recibió e hizo un ademán como una reverencia.





—Es un placer— lo imité.




Extendió su mano la cual tome invitándome a seguir el camino para adentrarnos a la galería.






—Espero el vestido fuera de su agrado— habló poniendo sus brazos detrás de su espalda como un digno caballero —Lo elegí especialmente para usted.






—Lo fue, tiene un exquisito gusto debo decir— respondí.







—El rojo es color del sacrificio, es uno de los colores más visibles, cálidos y seductores, aunque también representa la profundidad que se puede sentir ante los sentimientos... pero sobre todo es el color del poder— explicó educadamente.









De pronto tomo mi mano atrayendo mi cuerpo hacia el de él, hasta quedar a poca distancia de nuestros rostros mientras sujetaba mi cintura, mi respiración fue acelerada por el momento, mientras la de él permanecía calmada.








—Es la representación del amor y la pasión, también de la ira y la venganza— continuó —Es un elixir, pero también un veneno.









—¿Eso represento para usted?— pregunté curiosa.







—Ni un poco.








Me miró una última vez antes guiarme a caminar de nuevo, rompiendo justo en el momento adecuado la tensión.






La noche comenzaba a dejarse ver, oscureciendo el cielo así que continuamos hacia los adentros de la galería, que no recordaba cuando había sido la última vez que la había visitado; observamos detenidamente las cabezas de personalidades como la primera esposa de James V y el emperador Carlos V, así como personajes bíblicos y de la antigüedad Romana, detrás de vitrinas de vidrio; Jeliel me hablaba sobre su historia y algunas curiosidades que no había escuchado jamás, lo cual era extraño, ya que era parte de nuestra historia, pero él las describía con tanta naturalidad como si hubiera presenciado esos momentos. Nuestro andar nos hizo llegar al palacio.







—Que mejor manera de revivir una época que en el Palacio Real— me sonrió sutilmente.







—El amor en esa época era una ceremonia solemne, era el sentimiento lo más importante, demostrando a su amada su valentía y lo fuerte de este, provocando alegría en una danza de cortejo que muchas veces lograba su cometido. El amor— hablé.








—Un concepto de amor y cortejo que durante el tiempo avanzaba se iba perdiendo, quitándole la pureza y el verdadero significado de amar— respondió —Una época que tal vez tuvo demasiadas fallas, como las demás, pero que se dejaban sentir, aunque muchas veces esas historias no terminarán bien.









—Solo los más valientes se quedaban a luchar hasta el final, sin importar cuál fuera— contesté —¿Continuamos?.










Me miró denotando que algo le maravillaba. Seguimos recorriendo el lugar hasta llegar al gran salón. Era el mayor salón de los más grandes banquetes para la Escocia medieval. Su techo era de madera dando la ilusión de un barco al revés, siendo testigo de majestuosas fiestas.








—El cortejo de la época también nos dejó estructuras que ahora podemos admirar— hablé —El gran salón fue una manera del rey James IV impresionará a la que se había convertido en su nueva reina, a Margarita Tudor.








—Tengamos nuestra propia época— dijo volteando hacia mí.









En el fondo se comenzó a escuchar música de esa edad, transportándome aún más aquel tiempo. Jeliel me invitó a bailar haciendo una reverencia. Una sonrisa prominente aceptó antes de tomar su agarre. Ambos comenzamos a iniciar la danza digna del romanticismo y cortejo. El salón era solamente para nosotros dando la intimidad y complicidad idónea, a diferencia de si hubiera estado lleno de gente. Al finalizar la pieza ambos nos inclinamos con cortesía, para que después me conducierá hasta los asientos del salón, que claramente estaban prohibidos. Un personal empezó a entrar, vestían ropa de sirvientes honrando al servicio de los reyes. Sirvieron una infinidad de comida asemejando un banquete.








—No puedo llevarte al pasado y hacerte vivir la época, pero puedo traerla para ti— sostuvo mi mano uniéndolas por encima de los tronos, cruzando nuestras miradas.







—Un viaje en el tiempo— respondí —Es perfecto.



✈︎______________________________________

ℛ𝒜ℳℯ́Where stories live. Discover now