12. El Secreto de las Bestias.

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Se suponía que ella había huido con un soldado suyo, esos eran los reportes que tenía el Cuervo.

Apenas pude responder cuando sentí sus brazos al rodearme, luego de un momento me permití posar mis manos sobre su espalda, la conmoción me hizo dejar a un lado el dolor en mis muñecas.

──Se suponía que Killian iría por ti.

──Es una historia muy larga ──Se alejó lo suficiente como para mirarme a la cara──. Si me dejas contarla.

Los contemplé a los demás con recelo, no me importaba quiénes fueran.

──Sin ellos aquí.

──No hay secretos entre las rosas ──aseguró la voz gutural de una mujer.

──Pues sí entre familia, y no hablaré con nadie además de Fennella.

Me sostuve a su brazo como si alguno pudiera llevársela lejos, para decidir que se habían cansado de ir por el método amable.

Un asentamiento de la Leona y uno a uno abandonaron el salón redondo, bestias alejándose entre las luces de las antorchas, que los iluminaban en destellos cobrizos.

Volví mi vista a Fennella.

──Killian siempre me dijo que estabas demente.

Su pelo castaño estaba todavía más rizado, rodeando su rostro de forma desprolija para acentuar su apariencia desenfadada.

──Bueno, tal vez, pero esta es una de las cosas más sensatas que hice.

──Dijiste que nos ayudaría, te creí ──La líder de todos se mantuvo con su máscara──. Pero no parece que pueda darnos gran información.

No podía hacerlo, aunque depositara la suficiente confianza en ellos, cosa que no tenía intención de hacer, ese demonio había atado mi voluntad a la suya.

──Ella no necesita hacer eso.

──¿Entonces?

──Puede asesinar a Ciro Beltrán ──decidió Fennella.

Tuve que darle un voto de confianza a su buen juicio.

──Cualquier cosa que me digan, tendré que decírselo a él. Estoy obligada.

Ambas compartieron una mirada rápida, la de Fennella fue de angustia, pero la mujer de la máscara permanecía ilegible.

──Te dije que resguardaras tu identidad ──gruñó.

──Buscaré la forma de evitar decírselo ──aseguré──. Ya he logrado... Ocultarle algunas cosas.

En ese mes había descubierto todos los matices y tintes que guardaban las palabras, como la más leve diferencia podía transformar una mentira en verdad.

──Pareces inteligente, Vaetro, ¿podrás con el labor que se te será encargado?

──Lo haré, pero quiero hablar a solas con Fennella.

La Leona no pareció del todo segura, pero aceptó para luego irse, dejando dos soldados plantados en la puerta.

──No tienen mucho tiempo ──avisó antes.

Fennella me ayudó a ponerme de pie, y pidió una manta para cubrirme, que llegó un momento después junto a otro soldado.

──Es una muy larga historia.

Mis dientes castañearon, cerré mejor la capa sobre mí, observando el lugar donde me habían traído para descubrir que debía tratarse de algún salón subterráneo, con pisos y paredes de piedra lisa, antorchas iluminando toda la habitación.

Los Pecados que Pagan las BestiasWhere stories live. Discover now