XXIV

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YANGMI

Los días pasaban y todo se volvió demasiado difícil entre los dos, estuvo días y días en un viaje largo, se fue una mañana sin decir nada.

Tenía siempre a mi alrededor hombres de su confianza, me dejaban hacer lo que quisiera dentro de la casa pero me tenían prohibida la salida al exterior por órdenes del señor Jeon, cómo si eso fuese nuevo para mí.

Yo sólo me mantenía ocupada con IU cuando estaba y cuando se iba ella de viaje también, leía y visitaba el gimnasio que tenía la mansión.

El señor Jeon se ejercitaba mucho, era alguien muy activo en ese sentido y por eso era su cuerpo el que era. Todo un puro deseo para cualquier mujer que lo tenía cerca. Y para mí no era distinto, soñaba en mis noches con él y en mis días me recriminaba el cometer ese error, porque para él no era yo una mujer como las demás. Me había besado en dos ocasiones pero después nunca me volvió ni a mirar de esa forma ni a hablarme de ello.

Una mañana por aburrimiento fui al gimnasio, lo paseaba despacio mirando toda la maquinaria enorme que había por allí. El suelo estaba enmoquetado y un gran ventanal recorría la estancia para dar bastante luz en el interior.

Me quedé mirando las enormes pesas que había a un lado de la sala, se veían tan pesadas y saber que él se tiraba horas y horas con ellas cogidas me hizo reír un poco, yo no podría moverlas ni un centímetro.

Fui hacia ellas y me puse debajo de una para intentar levantarla, jugaba con mi imaginación, cómo si yo pudiera hacer eso. El tiempo libre te hace cometer locuras e idioteces, al menos mataba el tiempo.

—¡Podéis iros! —el señor Jeon me sobresaltó, era su inconfundible voz.

Habían pasado diez días sin escucharla y se me erizó la piel. Le decía a sus hombres que  esperaban en la puerta de salida que se fueran.

Lo vi entrar todo vestido de negro y con su pelo largo cogido atrás en una pequeña cola, se me desmoronó el mundo. No habría en este mundo nadie tan guapo como él.

Mi odio y mi amor iban juntos de la mano en éste momento.

Quise levantarme al verme tan ridícula en la posición que me encontraba, pero empezó a hablarme y me paralizó por completo.

Allí me quedé escuchando su voz que parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que la escuché.

—¿Las has levantado muchas veces? —dijo con tono de broma y se puso de cuclillas para mirarme—. Eres una chica muy fuerte si pretendes levantar eso.

Me decía en forma de susurro, mis ojos se abrieron aún más para admirar la actitud rara que traía después de un montón de días sin vernos.

Yo estaba tendida y tenía esos ojos negros puestos en mí como dos dagas a punto de clavarse en mi estómago.

Quería morir para salir de ésta maldita casa de una vez por todas, siempre estaba diciendo eso a los demás, y resulta que ahora iba a ser el momento de morir de amor, mi corazón lo iba a paralizar con esa media sonrisa en sus labios y esa expresión entre dura y sexi que tenía ante mí en este momento.

Se tiró al suelo y se metió debajo de las grandes pesas a mi lado.

—¿Quieres que las levantemos los dos juntos? —lo tenía muy cerca, miraba mis labios y mordía el suyo a la vez.

Yo tragué fuerte y saqué el aire que había tenido atrapado hasta el momento.

—Tendrá que hacer usted todo el trabajo señor Jeon, yo no podría jamás mover una cosa así —no podía dejar de mirarlo.

—¿Cuando me llamarás Jungkook? Te doy permiso para que lo hagas, además mejor dicho es una orden —hablaba de ese modo que nublaba todo dentro de mí y me resultó tan íntimo que se me contrajo el pecho— te ordeno en éste momento que me llames por mi nombre.

Decía bajito acercando sus labios a los míos pero sin besarme.

Yo me deslicé cómo pude debajo de la barra queriendo escapar de todo lo que se había propuesto hacerme sentir.

Él hizo lo mismo y me atrapó antes de poder levantarme.

—¿Que es lo que quiere hoy de mí señor...

Y me besó, de pronto lo hizo sin mediar palabra.

Estábamos tirados en el suelo y me besaba con ganas, tenía su gran mano cogiendo mi cuello para que no me moviera, paseaba esos labios suyos por los míos haciéndome querer mucho más de su atención.

Me dejó por un momento y me miraba con una pequeña sonrisa con la que se veía un poco triste, era raro de explicar pero le ocurría algo.

—He pensado tanto en tí éstos días que no podía soportar ni un segundo más sin verte, sin besarte, sin tenerte cerca de mí —habló para hacer que me perdiera ya del todo. Viajaba mi entendimiento solo por algún lugar sin dejarme tiempo a asimilar lo que me decía con su voz ronca y rasgada.

—¿Porqué hace ésto señor...

Me volvió a besar sin dejar que terminara.

De nuevo sus labios en los míos, su olor varonil entrando por mis sentidos para anularlos por completo y su mano acariciando mi nuca.

Se separó al rato para que pudiéramos respirar, me miró de cerca y tocó mi mejilla.

—No te asustes nunca de mí, no podría soportarlo viniendo de tí, me dolería saber que alguna vez te di miedo o que huyas de mi lado porque creas que te haría daño —la luz perversa, brillante y oscura de sus ojos no era la misma, había perdido intensidad y supe que sentía dolor por algo que yo no entendía—. Estos días han sido horribles y todo se va a poner peor Yangmi.

Tocó mi pelo.

—¿Está en peligro? —le dije rápidamente, no quería que le pasara nada.

—Que yo esté en peligro no me importa lo más mínimo, lo que yo no quiero es que tú lo estés, lo que yo no quiero es que te alejes de mí y lo peor es que creo que eso puede llegar a suceder —me abrazó de pronto.

Me quedé allí atrapada en el suelo pegada a su pecho.

—Dime que nunca me odiarás, dime que nunca creerás que he querido arruinar tu vida...dilo Yangmi —se oía desesperado.

Empujé con mis manos su pecho para que se separara de mí, quería verle la cara. Se echó hacia atrás y me miró con tristeza.

—¿Qué es lo que ha hecho en éstos días para que esté de éste modo conmigo? ¿Qué está ocurriendo? —me estaba dando cuenta que había pasado algo grave en su viaje.

Y entonces las palabras que salieron de su boca me hirieron de muerte.

—Tu hermana ha desaparecido...


Mafia Jungkook. Mi Vida, Mi AmorWhere stories live. Discover now