XVIII

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YANGMI

Mi carrera iba disminuyendo cada vez que iba pasando el tiempo, me sentía agotada pero no podía parar. Ya estaba por fin en libertad, el viento y la nieve daban en mi cara y la sensación era increíble. Aunque sentía un miedo horrible. No dejaba de nevar y todo estaba totalmente blanco.

Ya era de noche y la luna llena alumbraba mi camino, aunque los árboles frondosos y la acumulación de nieve en el suelo dificultaban mi paso.

Paré por un momento en unas piedras que encontré a un lado del sendero que había cogido cómo guía, debía llegar a los muros que separaban las extensión de tierra del señor Jeon, pero tenía que coger aire un momento.

Me duró poco el descanso porque a lo lejos se  escuchaban unos perros ladrando. Seguro que el señor Jeon ya se había dado cuenta que me había fugado de la mansión.

Empecé a correr de nuevo, no sabía dónde iba pero me daba lo mismo si al final podía irme lejos.

Tropecé con unas ramas de un árbol y me di en la cabeza, del impacto mis rodillas cayeron al suelo ¡Maldita sea! Sentí salir la sangre de mi frente y me encontré ligeramente mareada, me levanté de nuevo tapando con mi mano la herida. Dios santo como dolía.

Cada vez los sentía más y más cerca, no podía dejar que me cogieran, había pensado que si lo hicieran me dispararía en la sien el arma que llevaba en mi bolsillo y moriría antes que volver a estar encerrada, mi vida acabaría en total libertad o muerta, no había otra salida para mí.

Al cabo de unos minutos me di cuenta que estaba rodeada, los perros se escuchaban por todos lados. Estaba acorralada por los hombres del señor Jeon.

¡Mierda! Estaba perdida de nuevo.

Cogí el arma de mi bolsillo con mis manos temblando, nunca había tenido una cosa así tan cerca de mí, la puse atrás, escondí mi mano en mi espalda ¿Estaría cargada? No me había parado a ver cuando la cogí de su habitación.

Vi las linternas alumbrar mi cara y rodé mi cuerpo sobre mis pies mirando el montón de hombres a mi alrededor. Ya estaba perdida, ya me habían encontrado.

—¡Señor Jeon la hemos encontrado! —¿Él también había venido? Que honor para mí ser perseguida por el mayor mafioso del mundo, no me había hablado durante días, ni siquiera me había mirado a los ojos y ahora venía a buscarme él mismo.

Apareció ante mí con paso acelerado y frenó a unos metros, estábamos frente por frente, abrió los ojos sorprendido de verme y se notaba enfadado. Respiraba agitado y sus ojos brillaban por la furia que ya había visto en él muchas veces.

—¡¿Cuántas veces vas a hacer ésta niñería?! ¡Un día te harás daño Yangmi! —me gritaba cerrando sus puños.

—¡Pues ojalá me hubiera muerto congelada en la fría nieve o caído en cualquier agujero y hubiera muerto del golpe! ¡Estoy cansada de que me trate como un objeto señor Jeon! —le grité yo también.

—¡Deja de decir tonterías y vamos para la mansión! —dijo y uno de sus hombres se acercó a mí.

Entonces saqué mi arma y la puse en mi cabeza, él se quedó impactado.

—¡Alto o disparo el arma! —grité temblando.

—¡Déjala! No te acerques a ella —le ordenó a aquel hombre vestido de negro y este volvió a su sitio.

Me miró y empezó a andar despacio hacia mí hablando más calmado.

—Suelta eso porfavor te harás daño y no me lo perdonaría jamás.

—¡Quédese ahí! No quiero que se acerque, usted tiene la culpa de todo, ha hecho que mi vida sea una auténtica tortura
, yo quiero irme con mi familia — empecé a llorar, temblaba el arma en mi mano y él paró en seco.

—¡Dejarnos solos a ella y a mí! —todos los miraron extrañados por su mandato.

Los perros ladraban y la nieve seguía cayendo encima de nuestras cabezas.

—¡Señor Jeon puede hacerle daño!, tiene un arma —dijo uno de sus hombres sacando una pistola y apuntando a mi cuerpo.

—¡Guarda eso ahora mismo! —se vio colérico—. ¿¡Cuando se ha cuestionado una orden mía¡? ¡Jamás! Y ahora no va a ser la excepción ¡Todo el mundo a la mansión, solo me quedaré yo con ella! ¡El que no siga mis órdenes lo mataré aquí mismo! —me miró fijamente cuando les dijo ésto último, erizó mi piel y nubló mi entendimiento.

Había una enorme tensión a nuestro alrededor.

Todos se fueron aunque no querían hacerlo pero se debían a sus órdenes.

Se oían los ladridos de los animales cada vez más lejos. Él me seguía mirando y mi cuerpo temblaba cada vez más.

No necesitaba a hombres a su alrededor para parecer intimidante, todo en él emanaba fortaleza y grandeza. Nunca vi a un hombre como él que me despertara tantas emociones al mismo tiempo, tenía mi pecho alborotado.

—Suelta eso Yangmi —dijo algo relajado, aunque solo su voz sonaba de ese modo porque su expresión era de enfado.

—No lo haré, ahora moriré y ya no podrás encerrarme de nuevo —le dije entre lágrimas.

—No serás capaz de hacerlo, así que suelta eso, las armas las carga el diablo —empezó a andar y sentí miedo.

Miedo por tenerlo cerca y miedo porque quería apretar el gatillo. Estaba paralizada.

Entonces apunté hacia él y paró de nuevo.

—¿Me vas a disparar Yangmi? ¿De verdad eso es lo que quieres hacer? Creo que no eres capaz —puso media sonrisa.

Lo escuchaba hablar y cogí el arma con las dos manos, temblaba mucho, no sé si lo haría de verdad o era solo para que se fuera y me dejara seguir sola con mis intenciones de huir.

—Si sigues andando lo haré puede estar seguro —le dije con voz temblorosa.

Se acercó a toda velocidad sin dejarme tiempo a reaccionar, puso la punta de la pistola en su pecho y agarró mis manos con las suyas con fuerza.

—Hazlo —allí estábamos los dos con un odio ficticio que podría traerle la muerte— todo ésto acabará en éste momento, serás libre, no hay nadie aquí para pararte de tus idiotas intenciones de matarme.

Me quedé mirando sus ojos negros que brillaban y mi cuerpo quería derrumbarse.

—No tendrás mejor oportunidad que ésta, si fallas y me dejas vivo haré contigo lo que yo quiera y desee después, ya te lo dije —erizaba mi piel con su provocación.

Al cabo de unos minutos que me parecieron eternos me quitó el arma de las manos y se abrazó a mí.

—¡Maldita niña malcriada! —dijo y lloré en su hombro y mi cuerpo se derrumbó, él me cogió con fuerza—.  Podías haberte hecho daño, no vuelvas a hacerlo nuca más ¿De acuerdo?

Me separó y me miró de otro modo distinto, sus ojos estaban relajados y sus facciones también, hundió sus labios en los míos y no sé porqué ésta vez no puse resistencia alguna.

Me besaba con fuerza pero no cómo la última vez que lo hizo, ahora era distinto. Agarré su abrigo con mis manos y lo apreté, él me apretó de la cintura y me pegó a su cuerpo.

Bajo la nieve y en la oscuridad sacamos un deseo lleno de ambigüedad, el secuestrador y la secuestrada, el infierno y el cielo juntos en algo que no sé si era normal que ocurriera en éste mundo en el que estábamos viviendo los dos...

Mafia Jungkook. Mi Vida, Mi AmorWhere stories live. Discover now