La nueva era

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A las afueras de la ciudad se encontraba un viejo almacén reconstruido hace un par de años, tenía múltiples funciones para aquellos que pertenecían a la vida de la mafia

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A las afueras de la ciudad se encontraba un viejo almacén reconstruido hace un par de años, tenía múltiples funciones para aquellos que pertenecían a la vida de la mafia. Desde transportar y recibir mercancía, hasta ser un club de peleas clandestinas donde se apostaba al mejor peleador.

Actualmente se encontraba desolado a excepción de algunos artefactos para entrenamientos más pesados, el almacén contaba con lo necesario para ser un gimnasio profesional pero había una diferencia. No todos podían entrar a este lugar, solo pocos tenían acceso a él.

En medio de una de las salas, se encontraban dos jóvenes de diferentes edades el primero recién había cumplido la mayoría de edad, mientras que el segundo apenas tenía dieciséis pero estaba dispuesto intentarlo también, a pesar de sus cortas edades, ambos ya sabían que eran lo que querían para su vida.

Mafia

Una palabra de cinco letras que significaba una sola cosa.

Peligro.

Prácticamente su vida siempre se ha basado en esas dos palabras de siete y cinco letras, a lo largo de los años ambos habían aprendido el verdadero significado de esas dos palabras. Sabían muy bien qué es lo que les esperaba al momento de tomarlas como suyas para el resto de sus vidas.

¿Les importaba poner sus vidas en riesgo por esas dos palabras?

Por supuesto que no.

¿La razón del porqué? 

Ellos eran el peligro andante.

¿Y por qué eran un peligro andante?

Porque lo llevaban en la sangre, por su venas corría un gen y sangre de los más peligrosos. Uno que nunca debió combinarse pero igual lo hicieron, creando a las personas que son ahora y que serán en un futuro.

Dentro de la sala donde se encontraban los dos jóvenes frente a ellos, se encontraba una mesa con partes de un arma que debían ensamblar antes que su oponente; ambos movían sus manos con tal velocidad que no veías que pieza era la que tomaban.

El mayor sonreía con diversión, mientras su mente se acoplaba con sus manos en movimientos rápidos y precisos para tomar cada parte del arma que tenían enfrente.

El menor, ni siquiera mirabas las piezas por que sabía cuales era cada una gracias a su memoria, solo le había bastado mirar las piezas de su nuevo rompecabezas un solo segundo, para saber donde se encontraba cada una y donde iba dentro del arma.

Solamente habían pasado diez minutos desde que comenzó el reto del ensamblaje del arma, cuando el mayor colocó la última pieza de la pistola y la recargó con una sonrisa de suficiencia dispuesto a hacerle saber a su oponente, que había ganado.

Justo en el momento en que se dio la vuelta para confrontar a su oponente, se encontró cara a cara con el cañón de un arma que conocía muy bien, se queda un momento sorprendido ante la rapidez en la que su rival armó la pistola.

Dolce amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora