Capítulo 35

26.9K 1.7K 432
                                    

Karla

Las chicas y yo, llegamos a casa poco después de la tarde. Todas veníamos, a cerciorarnos que nuestros esposos y hermano, no se hubieran vuelto locos con tres niños de diferentes edades, pero cuando entramos a casa.

—Se oye mucho silencio— digo con extrañeza— ¿No les parece?—

—Demasiado diría yo— responde Rea— no quiero imaginarme, que hicieron mis hijos—

—Espero que mi hermano, haya cuidado de mi hijo con responsabilidad—

Todas miramos a Marissa, quien al final suspira con cansancio.

—Bene, vale ya capté—

—Espero que el idiota, de mi esposo se haya controlado— bufa Via— cuando le entra el niño interior, ya no hay forma que lo pare—

Todas nos reímos por lo bajo, ante la respuesta de Olivia. Entramos con paso sigiloso, hasta que llegamos a la sala; donde nos llevamos una bonita imagen.

—Esto...— sonrío— bien, no esperaba esto—

Rea, se ríe por lo bajo, concordando conmigo.

—Yo tampoco—

—Ay, pero miren que bonito se ve mi marido— exclama Olivia— así, no parece un idiota la mayor parte del tiempo—

—Yo no opino lo mismo, el estúpido de Dante; está tirando la baba en el sillón de Enzo—

Dante, Guido, Sevastien, Serguei y Enzo; los cinco se encontraban tirados en diferentes parte de la sala, dormidos supongo que del cansancio de cuidar niños.

Dante, se encontraba boca arriba en un minúsculo sillón con sus piernas saliendo de los reposabrazos.

Guido, tenía un brazo sobre su rostro mientras su cuerpo se encontraba todo desparramado en el sofá largo de tres plazas.

Sevastien, se encontraba en el de cuatro plazas boca abajo con un cojín en su cabeza, como si estuviera amortiguando el sonido exterior.

Serguei, sorprendentemente se encontraba en el piso boca arriba también tirando la baba, sobre mi costosa alfombra nueva. Tiene una almohada debajo de su cabeza.

Por último

Enzo

Creo que esa es la imagen más tierna y dulce, que alguna vez de mi esposo. Sonrío, al verlo moverse con suavidad.

Enzo, también se encontraba en el piso pero boca arriba con sus brazos detrás de su cabeza, pero lo tierno. Es ver a los tres niños, durmiendo arriba de él. Ethan, se encontraba a su derecha. Leandro, a su izquierda y Patrick, estaba arriba de su pecho.

Los cuatro se veían muy lindos en esa posición, los niños se aferraban a su tío como si fuera su oso de peluche. Escucho, el susurro de Marissa.

—Ay, dio mio. Leandro— me mira— lo siento, esto...—

Le doy una sonrisa para tranquilizarla, negando.

—No está bien— respondo— parece, que se llevaron bien con mis sobrinos— señalo— aparte, a Enzo; le gustan mucho los niños—

—Es un encanto con ellos— agrega Olivia.

—Lo sé— sonrío— ¿Qué hacemos?—

—Despertarlos— dice mi amiga— los renacuajos, probablemente querrán ir a la playa—

—¿Se quedarán aquí?— pregunto— no es que no te quiera aquí, pero...— señalo a mi esposo— nosotros empezamos las mañanas con mucho ruido, no quiero traumar a los renacuajos—

Dolce amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora