Capítulo 31

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Karla

Me acomodo en la cama, colocándome encima de mi esposo quien me mira con una sonrisa, paso mi mano por su pecho. Sonrío, al ver la marca roja que le he dejado en su piel, sus dedos acarician mi espalda desnuda hasta perderse debajo de la sabana que cubre mi trasero.

Jadeo cuando sus dedos hacen presión en mi espalda baja, justo en mi médula ósea. Un escalofrío de placer me recorre, al sentir como mi vientre se contrae. Tomo un cubo de queso para subirlo por su pecho hasta su boca, gimo por lo bajo cuando chupa mis dedos.

-¿Satisfecho, Eros?- pregunto

Su sonrisa es mi respuesta. En el momento en que pusimos un pie en la habitación, nos abalanzamos el uno sobre el otro nuevamente, ciertamente esta noche promete mucho.

Los sonidos de las demás parejas, sus gemidos y jadeos llenan el ambiente. Las cortinas de los doseles nos dan una pequeña cobertura pero aún así sentimos las miradas de los demás. Ciertamente, hemos dado un espectáculo.

-¿Crees que nos hayan oído?-

-Para nada, dea- responde en tono sarcástico- si eres bien silenciosa-

Golpeo su trasero en respuesta, se ríe suavemente. Acaricia mi mejilla con suavidad, hasta mis labios que están más que hinchados por todo lo que hemos hecho.

-Me gusta este lugar- dice mirando a las personas de nuestro lado- es como un pequeño paraíso-

-Creo que esa fue la finalidad que le dio tu hermana-comento.

-La gula es el pecado capital del vicio-argumenta- incluso, la cosa más preciosa se puede convertir en nuestra perdición-

-Que profundo, Eros-digo, se ríe- no sabía que te iba lo filosófico-

-Dea, estudié historia, dime ¿crees no me sé los siete pecados capitales?-bufa- te recuerdo, que tu esposo es un ratón de biblioteca-

Me coloco encima de sus caderas, riéndome por lo bajo. La sábana de seda blanca, se desliza por mi espalda hasta que estoy nuevamente desnuda ante sus ojos, que no dudan en mirar mis pechos.

Sus dedos, suben por mi pierna hasta mi estomago el cual acaricia suavemente. Gimo por lo bajo, cuando llega a mis pechos adoloridos por lo de hace rato. Jadeo, cuando tira de mi pezón, golpeo su mano suavemente.

-Quieto, que duele-

Sonríe de forma descarada, ciertamente cuando los papeles se invierten a Enzo, le encanta sacarme de quicio; presionando mis botones queriendo ver hasta dónde puedo llegar. Lo cual me agrada, sé a qué mi esposo le encanta el dolor, estoy segura que no le importará si azoto su culo o espalda con algo.

Sé que le gustará

Comienzo a conocerlo, pero aún siento que es pronto para llevarlo a tal punto de golpe. Me gustaría conocer realmente hasta dónde está dispuesto a llegar, eso incluye su nivel de dolor, por más resistencia que tenga hay cosas que te dejan marcado de por vida.

Su sonrisa se mantiene, antes de bajar su mano por mi estómago hasta donde se encuentra mi entrepierna, gruño cuando sus dedos me acarician suavemente el coño.

-Te encanta desafiarme, Eros-

Con un encogimiento de hombros, me responde con una sonrisa juguetona.

-Es divertido, dea-

-Descarado-

-Mandona-

Golpeo su muslo cerca de su nalga derecha, se sobresalta ligeramente pero eso hace que el deseo en sus ojos azules, incremente. Sus dedos siguen acariciándome muy lento suspiro de placer, cuando dos de ellos entran en mi interior lenta y despacio.

Dolce amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora