Capítulo 38

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Enzo

Berlín, Alemania

Subo las escaleras de la mansión que tenemos aquí en Alemania, habíamos llegado hace un par de horas después de que prácticamente, se nos hiciera tarde por nuestra sección de sexo.

No me arrepiento, ni un pelo de llegar tarde. Aunque la mismísima reina del infierno, me arranque las bolas cuando me vea.

Suelo ser una persona puntual, demasiado para mi gusto. Pero esta vez, circunstancias placenteras nos retrasaron. Creo que, Karla y yo, tendremos que aprender a manejar nuestro libido sexual.

Entro a nuestra habitación, esperando a que mi esposa este lista para irnos. Si nos íbamos justo ahora, llegaríamos a tiempo para escuchar el discurso de apertura de la exposición de Katherine.

—¿Dea?—

Escucho, su grito desde el vestidor.

—¡Un momento!—

Suspiro divertido, sabiendo que ese un momento; serán otros quince minutos frente al espejo arreglando su maquillaje y que todo esté en correcto orden.

—Dea, tenemos que irnos ahora si queremos llegar a tiempo al discurso de apertura de la loca— respondo en voz alta— si no, seré hombre muerto y castrado, no tendrás que chuparme por las mañanas—

—¡Enzo!—

Me carcajeo al oír su chillido, a pesar de que llevamos alrededor de cinco meses juntos todavía no se acostumbra a que alguna ocasiones, sea demasiado directo.

No me culpen, es muy divertido ver sus reacciones.

Observo que cerca de la cama, hay un par de zapatillas de tacón deben ser las que se pondrá para esta noche. Los tomo en mis manos, justo en ese momento la puerta se abre revelando a la figura de mi esposa.

Y literalmente

Mi mandíbula cae al piso.

Me quedo como estúpido, observándola de arriba abajo cada detalle.

Se ve magnifica

Lleva puesto un vestido de satín verde esmeralda con mangas holgadas, pero terminan ciñéndose a sus muñecas de forma sutil. El escote no es pronunciado, pero es el suficiente para que no pueda dejar en ello toda la maldita noche, sin contar la abertura en su pierna izquierda.

Su cabello que normalmente, está suelto; se encuentra en un recogido bajo con algunos mechones sueltos que logran, que sus rasgos se vean más finos.

Sus ojos que normalmente suelen ser de un tono azul oscuro, ahora se ven de un verde claro haciendo que resalten aún más, simplemente no puedo despegar mi mirada de ella.

Una Dea, en toda la expresión de la palabra.

Al notar que no digo nada, sonríe para acercarse y coloca su mano en mi mandíbula, cerrándola suavemente.

—Eros, te entrarán moscas— dice— ¿Tan mal me veo?—

Niego de inmediato, tragando en seco buscando las palabras.

—Estas...— respiro profundamente— magnífica, dea— sonrío— realmente, no tengo palabras para describir el cómo te ves en estos momentos—

—Esa es una buena señal— sus ojos se mueven hacia la cama— ¿Has...?—

Levanto mi mano, donde uno de mis dedos tiene enganchado sus zapatillas. Sonrío.

—¿Buscabas estos?— asiente— permíteme, dea—

Dolce amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora