—Digo lo mismo, Enzo— bufo— ni pienses, que te dejaré mi colección de vibradores—

—Como quieras, pero el Ferrari de Serguei, me lo quedo yo—

Abro y cierro la boca, en falsa indignación.

—Ni lo sueñes, ese Ferrari es mío— refuto— ¡Me lo quedo yo!—

—Ni modo, dea— hace un falso puchero— tu quisiste los vibradores—

—¡Te los devuelvo!—

—Mmm...— responde—déjame pensar...—

Me río, cuando coloca su mano debajo de su barbilla antes de mirarme y sonreír de igual manera.

—No, el Ferrari está mejor—

Entrecierro mis ojos en su dirección.

—Te odio—

—El sentimiento es mutuo, querida— responde

La enfermera termina de curarme la espalda y darme las indicaciones a seguir, me acerco hasta la camilla de Enzo. Sonrío, por que esto me trae un deja vú a cuando fuimos atacados en Roma y ambos, nos curamos las heridas.

—¿Te trae recuerdos, dea?— asiento— que bueno, porque a mí también—

Abro suavemente sus rodillas, para colocarme en medio de sus piernas. Suspiro con alivios, cuando sus manos encuentran mi cintura para acercarme un poco más.

—Señor, necesito que se quede quieto— pide la enfermera

Bufo con diversión, tomo sus manos para quitarlas de mi cintura y colocarlas en la camilla.

—Le pide algo imposible— respondo— es como niño pequeño—

Enzo, simplemente se ríe para después soltar un siseo bajo.

—¿Qué tan grave está su espalda?— le pregunto a la enfermera.

—Heridas superficiales, pero hay algunas que son profundas—

Asiento ante la información. Nos quedamos en silencio, hasta que la enfermera termina de curar sus heridas. Le da unas últimas indicaciones, antes de que se vaya para darnos privacidad.

Tomo la pequeña maleta con ropa, que nos trajo Flavio; la abro para sacar una camisa limpia que le entrego.

—Gracias, dea—

—¿Necesitas ayuda, Eros?—

—No, estoy bien, dea— responde— me molesta un poco, pero nada que no pueda soportar—

—Estaremos bien, en un par de días— sonrío

Me acerco un poco más, quito sus manos de los botones para abrochar yo la camisa uno a uno. Suspiro, al ver los hematomas en todo su pecho y abdomen, sin poder evitarlo uno de mis dedos traza uno.

—Estaré bien, dea— toma mi mano y deposita un beso en mi palma— estaremos bien—

Mis ojos se llenan de lágrimas, niego varias veces.

—Sentí que te había perdido...— digo con voz ahogada— ver esa explosión y saber que no había salido...— tomo una respiración profunda— temí lo peor. Creí...—

—Shh—

Sus brazos vuelven a recibirme en un cálido y fuerte abrazo, coloco mi cabeza en su hombro.

—Todo ha terminado, dea— murmura, asiento— después de hacer nuestras ultimas diligencias, podremos descansar como merecemos—

—Necesito vacaciones— digo de repente— ser mafiosa, es cansado—

Dolce amoreWhere stories live. Discover now