Capítulo 55: La pequeña casa oculta en el bosque

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«...el traidor jamás he sido yo, son las voces de tu corazón»

Cuentos de la muerte /R.W.

Dejé de respirar por segundos, pero no fui consciente de ello, ni de las lágrimas que caían, ni del temblor de mis manos, ni del punzante dolor que recorría mi pecho y mis recuerdos.

Después de diez años podía ver a mi madre.

Ela estaba de vuelta.

Mis ojos no se cerraron, por temor a que en un simple parpadeo ella desapareciera. Sin embargo, estaba parada frente a mí, con un bate en las manos mirándome con sorpresa y algo más que no logré identificar.

—¿Ela? —preguntó casi sin voz Simone, que estaba en el suelo sin chance a moverse del impacto.

—Debemos salir de aquí —fue lo primero que mi madre dijo. Hace unas semanas había escuchado su voz a través de un teléfono, pero no se comparaba con escucharla hablar junto a mí. Mil recuerdos acudieron a mi cabeza de cuando ella me contaba algún cuento o simplemente decía que me quería. Su voz seguía siendo un manto suave que me cubría con cariño.

—¿Realmente eres tú? —pregunté en un susurro. Ella no apartó sus ojos de mí y después de unos segundos asintió.

—Debemos salir —insistió. Esta vez quién actuó con más rapidez fue Mon, que se levantó y casi sin querer tocar a Ben, me agarró del brazo con fuerza y las dos salimos de aquella casucha. Fue en ese momento que volví a sentir el dolor en mi vientre debido a la patada que me había dado Ben, mi mejilla ardía con fuerza, pero aquello no me impidió detenerme y volver a girarme para mirar a mi madre todavía con incredulidad.

—¿Qué haces aquí? —pregunté aún sin poder dar crédito a lo que estaba viendo.

—Ese hombre es peligroso...

—Me parece que eso ya lo sabemos —ironizó Mon.

—No deberían estar aquí —dejó escapar ella y aquellas preguntas sin respuestas golpeaban con fuerza dentro de mi cabeza.

—¿De qué estás hablando? —pregunté aún con la voz temblorosa, producto de las emociones y la sorpresa—. Tú no deberías estar aquí...

—Este siempre ha sido mi hogar —respondió Ela sin apartar la mirada de la puerta de aquella vieja y pequeña casa—. Hemos arriesgado mucho como para que ahora decidas estropear todo.

—¿Arriesgar? ¿Qué has arriesgado tú? —solté perdiendo la paciencia. Por un par de segundos ella dejó de mirar la puerta y posó sus ojos sobre los míos. Algunas líneas surcaban la comisura de sus ojos.

—Esto comenzó conmigo, pero termina contigo —el viento silbó con fuerza y yo me estremecí—. Anoche moviste una pieza trascendente en el juego, dulzura, ahora quien mueve es él —señaló con la cabeza hacia la casa.

La casa del bosque [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora