Leyenda de la vida y la muerte

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 La vida, tal como la conocía, apacible y con un sentido justo y protector le impedía irse de este plano

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La vida, tal como la conocía, apacible y con un sentido justo y protector le impedía irse de este plano. Porque, ciertamente, ella vivía. Sentía la vida recorrer cada vena invisible, derramando euforia castigadora.


Corría libre, feliz. Cada brinco despojaba alegría como nunca pudo hacerlo en vida aquí en la tierra.

Con el correr de los años casi no recordaba la tristeza, aquella pesadumbre y martirio que asolaba sus días con vida.

La maravilla de la libertad llegó con la muerte, y con sus pasos llenos de vida descubría cada secreto del viejo bosque. Los otros la miraban con envidia y a la vez con un dejo de burla, porque el redescubrimiento de la emancipación tenía sus días contados.

Sí, el mundo de los muertos también era regido por reglas.

Cuando la vida moría, perecía la frágil eterna y la luz se consumía. La ley del bosque era la misma; no podías disfrutar del paisaje con deudas que no liquidaste en vida.

La existencia cobra.

El fin persigue.

El bosque no perdona.

Y así, casi con una alegría apagada los otros veían como las garras del deceso poco a poco se cernían sobre la amante vivaz y feliz, y con ello, la energía de luz y paz se extinguía junto con el espíritu.

Entonces, la amante descubrió al señor de la oscuridad, al lord de los otros y desplegó la poca vida que aún conservaba y él, acostumbrado a la oscuridad, la poca luz de la joven lo cautivó. Se alzó en su reino oscuro y le permitió perecer juntos solo si pactaba un acuerdo.

En un suave y lento resoplido él murmuró el pacto y las consecuencias. La vida soberana se alzaba y la muerte encaprichada rugía enamorada.

Luz tendrás, luz darás.

El pacto la ataba a la casa, al bosque, al indigno, al rapsoda, al iniciado.

Pero como era de suponer, el tiempo se lo lleva todo, incluso el espíritu y el alma. El señor de la oscuridad embelesado en su luz, soñó con la vida... y la vida se escapó.

Y ahora vaga entre árboles, nada en las profundidades de la vida limitada que la muerte le otorgó. Logró escapar de la oscuridad, pero el pacto la condenaba a permanecer en el bosque porque allí las deudas jamás prescribían.

Ella despertaba.

Ella buscaba.

Ella le sonreía... y él le respondía.

La amante una vez más encontró a quién amar y juntos llevarían a las almas perdidas del bosque a una comunión con la luz eterna, en un paseo guiados por las estrellas y la luna.

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La casa del bosque [COMPLETA]Where stories live. Discover now