La casa del bosque [COMPLETA]

Capítulo 25: No estás siendo honesta, Luna

"En el bosque no solo se esconden los otros, también hay amor escrito y amor vivido. Nuestros mejores momentos viven en el bosque de las almas"

Acto final /R.W.

Las ganas de correr a la habitación en la que estaba Simone y verla para cerciorarme que estaba bien, eran superiores.

Tenía miedo.

Tenía una roca atascada en la garganta que no pasó durante toda la noche. No volví a dormir después de aquel sueño. Más tarde llegó Dolores y se sentó junto a mí a esperar respuestas.

Fiona y Cayden no volvieron para tener noticias del estado de Simone, y si era honesta, eso me estaba quemando por dentro. Era demasiado violento que ellos no estuvieran. Simone siempre fue una hija consentida, ¿cómo es que ahora sus padres no estaban cuando ella más los necesitaba?

No podía olvidar la conversación que había escuchado a escondidas de Fiona, desde ese momento todas sus intervenciones me parecieron sospechosas. Tan seria, cuando era casi tan risueña y amable como su hija. Ahora parecía una mujer con un millón de problemas, incluso los años se le vinieron encima. Algo estaba pasando, algo demasiado turbio que nos impactaba a todos por igual.

Sin embargo, Fiona corría con ventaja porque ella sabía cuáles eran las reglas del juego, y lo más importante, ella sabía quiénes eran los jugadores.

¿Cómo una mujer podía cambiar tanto con un llamado telefónico?

Miré la hora en mi reloj y resoplé agotada.

Papá me llamaba cada una hora para saber de Simone.

Ewan me escribía cada treinta minutos para tener noticias.

Incluso Milo.

Él me llamó cuarenta y cinco minutos atrás, pero fue la conversación más extraña de mi vida. Fue tan impersonal que sentí que estaba hablando con un hombre que no conocía, lo que no era del todo falso. No conocía a Milo, solo sentía gratitud y un desconcierto tremendo por culpa de los malditos sueños que tenía.

"Eso no será por mucho tiempo"

Aquella voz suave y refrescante resonó en mi cabeza haciendo que me estremeciera de pies a cabeza. Dolores me lanzó una mirada confusa y yo negué.

Tragué en seco y empuñé mis manos para que Dolores no notara el temblor en ellas.

Me aterraba esa voz.

"No sientas miedo"

—¡Carajo! —Grité. Dolores dio un salto derramando el café en su falda calipso.

—¡Mierda! —Dolores se levantó limpiándose la falda—. ¡Deberías dormir un momento y dejar de espantar a las personas!

—Lo siento. —Me levanté también y le ayudé, pero ella me apartó.