La leyenda de la novia de la noche

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A mediados de la época victoriana todos en Timorville se preparaban para la celebración de una boda

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A mediados de la época victoriana todos en Timorville se preparaban para la celebración de una boda. La bondadosa hija menor de los Wembley contraería nupcias con el hijo encantador y apuesto de los Cook. Ambas familias de renombre cuya élite respetaba profundamente.

Flor Wembley era una joven sonriente que se deslizaba por el mundo con pasos danzantes, la vida había sido generosa con ella y no era justo no devolver la gentileza. Sus padres la adoraban, como se esperaba, y la complacían en todos sus caprichos. Al igual que Francisca, su hermana mayor.

Flor solía escaparse de casa para recorrer durante las noches el bosque de las almas. A Flor siempre le impresionó la calma que encontraba en medio de los árboles, cuya danza con el viento acompañaba sus propios pasos. Ella le hablaba al bosque y él respondía en todo su esplendor.

Ella no solía agradecer a Dios por la felicidad que abundaba en su vida, cada noche le agradecía al bosque de las almas, porque solo el alma vieja que habitaba allí podía bendecir un alma joven como la de ella.

Tenía una familia que la amaba profundamente, un futuro marido que deseó durante tantos años. Una vida próspera y cargada de éxitos.

Ciertamente la sonrisa se descontrolaba y se alejaba de la protocolar cuando pensaba en Vincent, su futuro marido. Flor siempre estuvo enamorada y el amor para ella era Vincent Cook. Cuando él pidió su mano la felicidad brotaba por cada poro, la dicha era tanta que el corazón quería explotar.

Vincent era todo lo que Flor quería y el bosque escuchó sus plegarias.

Hoy finalmente se casaba con el hombre de sus sueños.

Ataviada en el elegante vestido de novia, Flor notó que faltaba el peine que Francisca había dejado en su habitación la noche anterior y ella quería usar el regalo que Francisca le había dado. No se podía casar sin el regalo de su adorada hermana.

Sonriendo, levantó el ruedo del vestido inmaculado y se dirigió a la habitación que dejaría de ser suya. La vida no podía ser más generosa con ella. Cerró los ojos y visualizó su adorado bosque de las almas y agradeció. El corazón desbocado le indicó que el bosque aceptaba su gratitud.

Abrió los ojos y con entusiasmo y dicha colocó una mano en el pomo de la puerta y la abrió.

Indudablemente la escena que había en aquella cama era de una herejía brutal.

Entonces, la felicidad se desplomó.

Las ilusiones mermaron.

La dulzura se filtró por las ventanas abiertas dándoles paso a la crueldad.

El Dios de los creyentes conspiró con el bosque y negociaron por su felicidad. El bosque había perdido.

Francisca en una posición sórdida era arremetida por el hombre que en menos de diez minutos le daría el sí en la iglesia rodeada de aquellas figuras inmaculadas en las que no creía.

La casa del bosque [COMPLETA]Where stories live. Discover now