Capítulo 42: La jugada del bosque

304 64 291
                                    

«El silencio parecía envolver con fuerza cada rincón de aquella casa que se consumía en una penumbra perenne y a la vez fugaz

Deze afbeelding leeft onze inhoudsrichtlijnen niet na. Verwijder de afbeelding of upload een andere om verder te gaan met publiceren.

«El silencio parecía envolver con fuerza cada rincón de aquella casa que se consumía en una penumbra perenne y a la vez fugaz. No había rastro de sonidos, solo de respiraciones profundas que se perdían en los sueños de los habitantes de la casa de los Stone.

Una figura recorría la casa.

Avanzaba parsimoniosa observando todo, recordando todo, las imágenes, los aromas, las risas, los sueños y la felicidad.

Cuando llegó a la única habitación descubrió, que, como no podía ser de otra forma, él no estaba, y solo por eso se permitió aquella imprudencia.

Volvió tras sus pasos con la angustia recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Algunas cosas no cambiaban, ni siquiera cerca de la luna y tan lejos del sol.

Las estrellas permanecían juntas y su vida se limitó a eso. A contemplar, a vigilar, a soñar y morir de recuerdos.

—Ahora deben seguir sin mí.»

Historia de un sueño.

—¿Sigues molesta conmigo? —papá me miraba triste.

La última semana casi no le dirigí la palabra porque, incluso, me molestaba verlo. No podía creer que, justamente el hombre más cariñoso del mundo, se comportara de una manera tan hostil con una persona que siempre nos ayudó.

Tal como acordamos, Milo y yo mantuvimos la distancia. En el instituto solo nos saludábamos de lejos alzando la mano componiendo una triste sonrisa. Fue el único acercamiento que nos permitimos, nada más que eso. Me sorprendí las innumerables veces que deseé ir por el walkie talkie que Lyra dejaba en su habitación para hablar con él. Para escuchar su voz en los momentos de desesperación cuando recordaba la última conversación con mamá. ¿Cómo una persona que me fastidió tanto al principio, me llenaba de calma en mis momentos más críticos? ¿Por qué ya no era Ewan quién colocaba mis desequilibrios en calma?

—¿Qué crees?

—Lo siento.

—No tienes que disculparte conmigo —alcé una ceja—. Fuiste grosero con Milo, papá. Él te salvó la vida. Nos ayuda con Leo, y yo lo considero un buen amigo.

—Hija mía —suspiró—. Eres igual a tu madre —de solo escuchar aquella comparación me estremecí. Ciertamente en el pasado no me habría molestado, pero hoy no es que considerara aquello como un cumplido. Dejé caer el cubierto y lo miré fastidiada.

—No me compares con ella, por favor.

—Es tu madre.

—Hace diez años que no lo es.

La casa del bosque [COMPLETA]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu