Leyenda: La mujer del lago

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Los Cavendish, una pequeña y noble familia, tenían una vida más que apacible

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Los Cavendish, una pequeña y noble familia, tenían una vida más que apacible. John Cavendish disfrutaba de las miradas de Agnes, que, cada vez que le permitía el bordado, le otorgaba, mientras que la pequeña Abigail leía dichosa y entretenida a un lado de su madre.

La familia poseía terrenos, pero el más impresionante era aquel que estaba ubicado en medio del Bosque de las Almas, como una cómoda y ostentosa casa de verano en Timorville.

El lago, las vistas y el pequeño pueblo hacían un paisaje pintoresco que los Cavendish disfrutaban cada verano.

Agnes era una mujer que disfrutaba de la buena vida que John le supo dar, rodeada de oro, -*encaje y seda. De joyas que resaltaban con el brillo de sus ojos castaños que miraban con adoración a su pequeña familia.

Nada podía salir mal para los Cavendish, pero, ¿cómo podía ser eso posible si en Timorville la muerte era un camino seguro?

¿Quién diría que la propiedad más amada por los Cavendish sería la misma que arruinaría la calma y plenitud de la pequeña familia?

Y no solo de los Cavendish, por supuesto.

Los Wembley, a través de Flor.

La pobre familia de los Hastings, a través de los tres hermanos.

Y los Wentworth, a través de su dandi sanguinario.

Desafortunadamente los Cavendish son el inicio de un ciclo que jamás se ha cerrado.

Desgracia, tras desgracia.

Dolor y más dolor, y la muerte sigue ganando mientras que la luna observa cada desastre.

Las estrellas no brillarían por centenares, y el sol amanecería adormecido.

Aquella noche Agnes comprometió una visita con el lago, y tras besar a su hija en la mejilla deseando un buen dormir, decidió sucumbir al encanto del bosque.

Evidentemente los Cavendish poseían una riqueza que les permitía mantener su terreno en buen estado, un camino más que adecuado para que el vestido de una mujer se deslizara sin problema provocando aquel característico frufrú.

Casi al llegar al lago, Agnes se sentó en la banca que era iluminada por un farol.

Siempre le maravilló la paz que transmitía aquel lugar, y cuando ya tuviera más edad, le encantaría esperar a la muerte en aquella casa.

Para la desgracia de Agnes, no tuvo que esperar mucho.

La tuberculosis atacó con ferocidad su organismo. Ya no expulsaba peticiones sobre vestidos o vajillas, de su boca solo salía enfermedad.

La desolación llegó a los corazones de los Cavendish. Los doctores que visitaban a Agnes dieron un veredicto: meses. Solo meses de vida.

Pero el corazón y la voluntad de Agnes era un hueso duro de roer, los meses dieron paso a los años y en el quinto aniversario desde que se había diagnosticado la enfermedad de la señora Cavendish, ella continuaba en este plano.

La casa del bosque [COMPLETA]Where stories live. Discover now