Capítulo 47: La invocación de una sonrisa eterna

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«Estamos destinados, como la noche y la luna, como el día y el sol

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«Estamos destinados, como la noche y la luna, como el día y el sol. Como tus besos y mi boca. Como mi locura y tu risa.»

Cartas a la Luna /R.W.

Suspiré.

Un aroma a flores inundaba mi nariz, dulzón y agradable. Me acomodé dispuesta a seguir durmiendo, necesitaba más horas de descanso porque la noche anterior fue una completa tortura emocional.

Después de haber llorado tanto, me relajé. Necesitaba sacar la amargura de mi corazón, y aunque no salió toda, Milo se encargó de la mayoría.

Aún seguía triste, pero tenía la certeza que él continuaba en mi vida como mi amigo.

Permanecía.

Respiré profundamente y arrugué la nariz mientras esbozaba una tenue sonrisa. Su barba me hacía cosquillas.

Abrí los ojos poco a poco y mi sonrisa fue más ancha.

Por supuesto él aún estaba durmiendo, y mi rostro estaba catapultado en su cuello y mi mano sobre su pecho.

Todavía no lograba comprender del todo qué me sucedía con este hombre, lo única certeza que tenía sobre mis hombros era el sentimiento profundo que me hacía sentir.

Me gustaba de una manera que me hacía sentir como una muchacha de quince años, con las mariposas dibujando círculos en mi vientre, con esa aceleración incómoda del corazón y con aquella sensación de querer destacar siempre en algo para que me notara.

Cómo cuando te enamoras por vez primera.

¡Que idiota!

Porque yo ya me había enamorado antes, y no podía minimizar mis sentimientos por Ewan. Él fue importante y siempre lo sería. Solo que en el camino nos perdimos, la distancia puede ser un verdadero verdugo y nosotros no fuimos la excepción.

Sin embargo, lo que Milo me inspiraba era algo completamente diferente.

Si Ewan me provocaba estabilidad, compromiso y calma, Milo era un huracán desatado que me dejaba en la intemperie sin protección alguna.

Solté un suspiro.

Deslicé mi nariz por su cuello en una caricia que quise realizar desde que desperté y lo vi y lo sentí completamente mío.

—Buenos días —susurré sonriendo. Él ni siquiera se enteró, y probablemente por eso lo hice. Dejé un beso justo donde iniciaba la barba y luego miré la hora en su reloj. Aún era demasiado temprano. Miré a través de la ventana y recién comenzaban a salir los primeros rayos de sol.

Milo se removió, se giró hacia mi lado y me abrazó.

Me mordí el labio suprimiendo una sonrisa.

La casa del bosque [COMPLETA]Onde histórias criam vida. Descubra agora