Esa fue algo que me costó entender, que alguien podría amarme por lo que era. Pueden decir que somos jóvenes, que solamente tenemos dieciocho años.

Pero no me importa

Pasaría el resto de mi vida a su lado.

—Demasiado bonito, Annie— afirmo— tal vez, en algún futuro nos casemos—

Ella comienza a dar pequeños brinquitos de emoción, moviendo su melena rubia.

—¡Sí, sí! ¡Yo seré tu madrina!—

Me río ante su emoción.

—Está bien, Annie—

Entonces, su rostro se ensombrece de repente.

—¿Crees que él lo apruebe? ¿Francesco?—

—No tiene por que saberlo, Annie— gruño— ven te contaré un secreto—

Vivianne, se sienta a mi lado con sus piernas cruzadas.

—Jazmín y yo, queremos huir juntos. Cuando cumpla la mayoría de edad— sus ojos se abren en sorpresa— irnos de Italia, lejos de todo. Lejos de esta vida, ¿entiendes?— asiente— y vendrás con nosotros, hermanita. Los tendremos una mejor vida, lejos de ese monstruo—

Los ojos azules de mi hermana, se llenan de lágrimas.

—¿De verdad? ¿Yo iré con ustedes?—

—Claro, Annie— respondo— no pienso dejarte sola con él—

—¿Me lo prometes?—

Sonrío

—Te lo juro—

—¿Qué pasará con nuestro plan?— frunce su ceño— lo quiero muerto, Ez. Se lo debemos a mamá y al tío Adri—

—Lo veremos más adelante, Annie— suspiro— por lo mientras, mi interés es ponerte a salvo de él—

Nunca imaginé, que sería yo quien rompiera nuestra promesa de hermanos. Nunca pensé que las cosas se saldrían de control. Nunca imaginé, que la vida me daría un giro de ciento ochenta grados, sin retorno.

Nunca imaginé, que un año después. Perdería a mi hermana y al amor de mi vida.

Lo perdería todo y no me daría cuenta, hasta que ya fuera muy tarde.

Despierto de golpe ante esos viejos recuerdos, mi respiración está errática como si hubiera corrido un maratón mientras que el sudor corre por mi frente. Miro a mi alrededor, notando que estoy en nuestra habitación.

La suave respiración de mi esposa, llena el silencio que hay en esta oscuridad. Observo, el reloj en mi mesita de noche.

Dos de la mañana

Es muy tarde

Karla, se remueve acomodándose en una mejor posición, sonrío al ver su espalda desnuda. Tomo la sabana y se la coloco, para que entre en calor. Algunas noches en Sicilia, suelen ser muy frescas.

Paso una mano por mi rostro, tratando que despejar mi mente de las pesadillas pero se niegan a irse. Suspiro pesadamente.

¿Cuándo terminará todo esto?

¿Alguna vez tendré paz, incluso para dormir?

No niego, que la presencia de mi esposa me reconforta en ciertos sentidos; incluso ha logrado que entienda partes de mi mismo que he logrado perdonar. Pero hay otras, que se quedarán marcadas en mi alma y conciencia, el resto de mi vida.

Dolce amoreWhere stories live. Discover now