Capítulo 39: De regreso a casa

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Me sentí tonta cuando tomé de la mano a Casio en el aeropuerto, él lo hacía con naturalidad y yo lo hacía pensando en las veces que imaginé que era él a quien tomaba de la mano cuando iba con Adriano. Besé sus mejillas y sonreí mirándolo a los ojos.

—Te voy a consentir tanto que te vas a espantar.

Afirmó sonriendo y me dejó un beso superficial sobre los labios.

—Moría por regresar. Gracias por ir a buscarme.

Permaneció serio. Me abracé a él.

—Vamos a sanar juntos, todo lo que tengamos que sanar —dije.

El viaje de regreso no se hizo tan pesado, conversamos acerca de las cosas que hizo en Australia, le conté las que hice yo en casa, le conté donde vivía, hablamos de Paula y Cristian, de Adriano y Jonás.

—¿Y tu agencia entonces, de verdad dejaste al tipo aquel? —preguntó con la cabeza recostada de mi hombro.

Suspiré. Con él me sinceré.

—Sí, lo dejé porque no podía tener un futuro con él, te amo a ti. Iba a hacer muy miserable, eso y que él solo me quería por mis contactos, sospeché que no le gustaban las mujeres.

—¿En serio? —inquirió, se incorporó en el asiento.

—Vive en el closet, ya no tanto, según Adriano, frecuenta ahora sitios a dónde van los abiertamente homosexuales.

—Sofía, no te mereces eso —dijo, se echó a reír—, dos veces te pasó.

—Con Adriano siempre supe, tonto.

Negó con la cabeza y acarició mi mano con un gesto tierno, me besó con intensidad y cerré los ojos sintiéndome protegida, completa, en un hogar.

—Le pagaste a Adriano.

—No, y no me ofrezcas dinero para pagarlo.

Negó y levantó la mano mostrando su palma abierta.

—Lo mío es mío, y lo tuyo es tuyo.

—Así es —dije seria. Besé sus labios.

Llegamos a Puerto espejo, Cristian nos recogió en el aeropuerto y nos llevó directo a mi apartamento, decidimos que nos acostaríamos a dormir de una vez, estábamos muy agotados.

Miró mi apartamento con curiosidad, era nuevo, teníamos muchos buenos recuerdos de donde vivía antes, pero también malos, quería que construyéramos nuevos recuerdos juntos.

—¿Te gusta?

—Es más amplio, cómodo y bonito, extrañaré el otro.

—Yo sé, lo imagino, aquí podrás hacérmelo también en todas partes para que hagamos memorias nuevas —dije, besé su nariz y sus labios.

Sonrió y mordió mis labios, pasó su lengua por mis labios, entro en mi boca invadiéndola con todo, suspiro y me agarré fuerte de él.

—Descansemos —susurré, relamí mis labios.

—Te extraño mucho —susurró en mi oído, acarició mis pechos, gemí y puse los ojos en blanco, yo lo deseaba mucho también.

—Yo sé, descansemos.

Me abrazó y en nada se quedó dormido, también me dejé vencer por el agotamiento. Al día siguiente me desperté primero que él, entré a bañarme, luego corrí a preparar el desayuno, quería consentirlo en serio, quería darle la sensación de que tenía una familia mientras recuperaba la suya. Preparé avena, tocino, huevo, jamón, pan, juego de naranja y piña, café, té, chocolate.

—Huele muy rico, dijo acomodándose la toalla de baño alrededor de la cintura.

—¿Te gusta? Te estoy preparando desayuno.

Caminó hacia donde yo estaba, no respondió, se colocó detrás de mí, hundió su cabeza en mi cuello y recorrió mis caderas y mi cintura con sus manos, gruñó en mi oído y finalmente amasó mis pechos con fuerza, se recostó muy pegado de mí, sentí su erección, mi cuerpo se encendió enseguida.

—¿Comenzamos a hacer las memorias o qué?

—Comencemos —dije con la respiración entrecortada. Solté lo que tenía en las manos y me aferré al mesón de la isla de la cocina.

Nos movíamos entre jadeos al ritmo de sus estocadas, extrañaba tanto tenerlo dentro de mí así, olerlo, su olor hacía que mis bragas se humedecieran sin que me tocara. Mordí mi labio inferior mientras el mordía mi cuello y seguía dándome estocadas desde atrás contra el mesón. Contuvo mis espasmos con su cuerpo, me giré, quitó mi franela y recorrió mi cuerpo desnudo con sus manos.

—Te amo, Sofía.

—Yo sé. Lo sé, mi amor.

Después de desayunar nos costó salir de la cama, pero debíamos hacerlo.

Me puse un conjunto de pantalón y americana, él se vistió y cambió muchas veces, está nervioso, iríamos a casa de Adriano, quien me apoyó cuando le dije que buscaría a su hermano, lo que no sabía era que ya estaba con él en Australia cuando le avisé.

—Te dijo que estará mi familia.

—Todos ellos.

—¿Qué crees que digan?

—Nada, le advertí a Adriano que no quería discusiones.

Suspiró con pesadez.

—No hay necesidad.

Lo rodee con mis brazos y lo besé en la mejilla, me abracé a él.

—Quédate tranquilo, Casio. Todo va a estar bien.

Llegamos a casa de Adriano, todos estaban en el patio exterior, nos miraron atentos cuando aparecimos tomados de la mano. Casio bajó la mirada, sus manos sudaban, yo mantuve la cabeza en alto y avancé hacia ellos, Jonás fue el primero en correr a saludarme.

—Bella, ¿cómo estás?

—Bien, con mi novio, creo que lo conoces —dije, señalé Casio, Jonás afirmó en su dirección y lo saludó.

Jonás había sentido mucho recelo de Casio en el pasado, llegado el momento, supo que no tenía nada de qué preocuparse, incluso pudo apoyarse en él para recuperar a Adriano.

Saludé a todos con cortesía, Adriano me abrazó y me besó en la mejilla con intensidad, abrazó a su hermano. Su madre sonrió a los lejos. Laura y Carlo se mantuvieron tranquilos, así como don Franco. Casio se mantuvo tenso hasta que sirvieron la comida y lo llamaron a él primero para sentarse a la mesa.

No se iban a sanar todas las heridas en un día, pero no tenían que crear nuevas, fue lo que le dije a doña Rosa y a don Franco cuando les pedí que aceptaran a Casio como mi novio, yo no tenía que pedirles permiso, lo necesitaba para avanzar con él, porque quería un hombre completo a mí lado, no a un hombre roto, y él estaba roto.

—Gracias, Sofía —dijo doña Rosa cuando nos íbamos.

—Gracias a ustedes.

—Mis hijos no han hecho más que ser la extensión del odio que manteníamos en nuestros corazones, creo que se acerca el tiempo de perdonar, no será hoy, no será mañana, pero nos prepararemos desde ya.

—Me encanta oírla decir eso. Casio los necesita.

Cerró los ojos ya afirmó con una sonrisa de labios cerrados.

Casio se veía feliz cuando regresamos a casa, besó mis cabellos con fuerza ya aspiró mi olor.

—Gracias.

Sonreí. Era tan feliz.

Una chica de lujoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin