Capítulo 32: Sofía

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Cuatro meses después.

Adriano me respiraba en la nunca, me giré y lo empujé un poco, tenía el sueño muy pesado. Acaricié sus cabellos y besé su nariz. Su burda mentira caló un tiempo. Seguimos fotografiándonos en lugares con amigos, todos en su círculo lo apoyaron, con la mentira, creyéndola, o sin confesar lo que de verdad pensaban.

De nada valió todo aquello, hacía un mes, exactamente tres meses después de la noticia de Adriano y Jonás, un ex novio de Adriano habló con la prensa por dinero y entregó fotos de ellos besándose y en situación romántica. No hubo dudas para el mundo: Adriano Bellucci mantenía o había mantenido relaciones con otros hombres.

Su madre lloró mucho conmigo, porque le dolía que él no se hubiese sincerado con ella. Laura y Carlo lo apoyaron, su padre estaba receloso y dubitativo, dijo que después de perder dos hijos, no se iba a dar lujos de juzgar, él contaba a Casio como hijo perdido, además de Claudia.

Las amistades de Adriano fueron los más compresivos, aceptaron todo con mucho respeto, solo reclamaron la falta de confianza. Adriano seguía sumido en una profunda depresión. No salía de la cama, no quería hacer nada, tenía miedo de salir al mundo que conocía a Adriano Bellucci y enfrentarlo ahora como Adriano Bellucci homosexual.

No escuchaba a nadie. Se negaba a recibir tratamiento, la señora Rosa y yo le suplicamos a Jonás que lo visitara. Jonás seguía negándose a verlo. Se decía en la prensa que había comenzado una nueva relación, esa era una de las razones por la que no lo dejábamos solo y no dejábamos que revisara las redes sociales.

Tocaron a la puerta de la habitación, había terminado de vestirme y abrí. Sentí que me dejaba mi alma. Como un choque desde adentro hacia afuera en el que literalmente sentía que mi alma me abandonaba. Era Casio.

—¿Puedo? —preguntó mirándome a los ojos, no ocultó su sorpresa al verme.

Parpadeé seguido por unos segundos y asentí. Echó la mirada sobre su hermano y se sentó en la cama junto a él. Llevaba el cabello un poco largo y recogido en una cola descuidada. Su típica ropa informal y más tatuajes, lo miraba de soslayo tratando de absorber su imagen lo más que pudiera como si no fuera real.

La forma como me miró cuando abrí la puerta, me golpeó duro, podemos fingir lo que queramos, pero siempre nuestro cuerpo, la química de nuestro cerebro haría lo suyo y quedaríamos en evidencia. Sus ojos bailaban de un lado al otro sobre los míos, sin pestañear y tragó grueso tratando de disimular.

Lo que dolió su solo: «¿Puedo?» fue el equivalente al tiempo que lo extrañe y luchaba por olvidarlo, me sentí ridícula entonces porque ya lo nuestro se había convertido en mi cerebro, un amor épico, imposible y grandioso. «¿Puedo?» dijo. Al menos su cuerpo me dejó saber que se sorprendió.

De cualquier forma, eso ya no importaba.

—¿Adriano? —lo oí llamarlo.

Él abrió los ojos y abrazó a su hermano con expresión triste, me miró y me dejó ver una expresión de alivio porque estaba yo ahí, se había vuelto tan dependiente a mí que apenas me dejaba trabajar y ya Eduardo comenzaba a resentir de nuestra relación.

—Los dejo —anuncié.

—Yo me quedaré con él —respondió Casio.

Asentí y salí sin mirar atrás.

Conduje hasta las oficinas de la agencia en modo piloto automático, me concentré en la carretera lo básico para no morir, no puse música, no escuché noticias, no llamé a Eduardo. Lloré. Lloré como una tonta todo el camino, sin saber porque, dolida por la indiferencia de Casio, quizás.

Entré a la oficina y casi todos habían llegado, aún falta desempacar algunas cosas, ya el lugar era operativo VB Agency. Mía, con un socio minoritario, Eduardo.

—Sofía, llamó uno de los abogados, que la reunión de la semana que viene que si puede ser está semana —habló Susana, mi asistente.

—Revisa mi agenda, ese es tu trabajo, Susana.

—Sí, tienes espacio, pero...

—Entonces sí—respondí con fastidio.

Me estaba costando aceptar lo que me perturbó ver a Casio.

Una chica de lujoWhere stories live. Discover now