Capítulo 22: Casio

343 44 0
                                    

Sofía se veía bellísima con ese vestido azul oscuro, se veía más delgada. «Quizás me extraña y come poco», pensé. «¡Qué ridículo Casio!». Pero si estaba algo demacrada, quizás más bien era por lo de su agencia. Tenía el cabello amarrado en una cola de caballo alta y su boca pintada con ese labial frambuesa, recordé como me gustaba saborearlo.

La vi de pronto llorando al teléfono, se veía pálida y angustiada. Se levantó con dificultad y me levanté instintivamente detrás de ella. Tuve que despegarme a Melody y decirle que volvía pronto. Ella iba con pasos torpes e inseguros hacia el baño, iba mal, entró al baño de la planta baja. Abrí puerta y la miré llorar desconsolada.

Se lanzó a sobre mí, lloró en mi pecho con su brazos alrededor de mi cuello, la abracé de vuelta. No pregunté nada. Solo la abrace. Me sentí como un maldito porque me gustó sentir de nuevo su cuerpo contra el mío y acariciar su piel mientras lloraba desconsolada sin yo saber por qué. Ya yo no sabía quién era yo desde que pasé la primera noche con ella, me perdí, aquella noche que le conté lo de Claudia. «Sin ella ni sé quién soy ni donde estoy», verla así, me hacía sentir muy inseguro y preocupado.

—¿Habrás sido tú? —balbuceo entre llanto.

—¿Yo? ¿Qué? ¿Qué paso Sofía? Mírame —dije mientras subía su rostro y tomaba su barbilla entre mis manos.

—Saben de mi papá, de mí, sacaran la noticia en la prensa, en quince minutos me dijo ella, hace...—balbuceo y revisó su teléfono, se separó de mí —. Hace cinco minutos.

—¿Te llamo una periodista?

Afirmó con un gesto. Me acerque a ella y la abrace de costado. Ella no se resistió. Miraba el piso con la mirada perdida.

—Todos lo van a saber.

Besé su hombro y aspiré su olor, ella colocó sus manos sobre mis brazos mientras la rodeaba, no quería salir de ese baño, ni que el tiempo pasara.

—No importa, hallarás el modo de voltear la situación a tu favor, serás una víctima, Adriano demandará. Cuenta esa historia de una forma que deje ver un progreso una evolución, una lección de vida...

—No hablaré mal de mi padre. Él me amaba, era muy bueno conmigo —dijo con voz monótona, miró al suelo. Ya calmada.

—No digo que hables mal de él, solo no es el fin del mundo. Adriano sabe.

Se soltó de mí y pareció reaccionar. Se limpió la cara y me miró con expresión confusa.

—¿Sabe?

—Sí, te investigó. Eso hace con sus novias falsas. Si a él no le importó. Todo va a estar bien. Él sabe, no te preocupes, sabrá que hacer también.

Me miró de arriba abajo y trató de recomponerse.

—Eres un asqueroso. Anda a seguir haciéndole la citología ginecológica a Miss Rusia.

Sonreí. Estaba celosa.

—Bueno. Te la puedo hacer a ti también si quieres —susurré en su oído y me acerque a ella más.

La tomé por las caderas desde atrás y la pegue contra el lavabo, ella se quejó, pero no se resistió, se dejó guiar.

—Casio —susurró con los ojos cerrados, con la cabeza recostada de mi pecho mientras subía mis dedos por sus muslos y presionaba su vientre.

Alcancé sus bragas y acaricié su sexo por encima de la tela de braga, besaba su hombro desnudo, su cuello, sus cabellos, sus mejillas, sus ojos, no podía creer que la tenía así de nuevo. Metí mi mano dentro de sus bragas y alcancé su sexo, gimió y se revolvió contra mí, veía en el espejo que mantenía los ojos cerrados con la cabeza hacia atrás y entregada a las sensaciones que le provocaban mis caricias.

Acaricie sus zona con delicadeza y se estremeció entre mis brazos, la sostuve por las caderas con mi cabeza hundida en su cuello, y mis dedos dentro de ella, tapo su boca con su mano, cuando llegó al orgasmo, ya mi erección se asomaba, pero no estaba seguro de si ella quería, estaba vulnerable y yo solo pensaba en cogérmela. Su olor y la suavidad de su piel me tenían loco.

La miré a través del espejo, busqué su aprobación, subió una de mis manos hasta su pecho y se reclinó sobre el tope del lavamanos, entendí eso como un sí. Desabroche mi pantalón y saque un preservativo de mi cartera, me lo puse y la embestí por desde atrás apoyado con mis manos en sus caderas, la humedad y calidez de su sexo me tenían al límite, la atraía hacia mí y volvía con fuerza dentro de ella, gemía y se revolvía debajo de mí, admiraba sus redondos glúteos y su cara en el espejo, afectada por lo que hacía dentro de ella.

Me tenía loco su imagen agitada debajo de mí, atrape su cuello con una mano y su cadera con la otra para dar un viaje final dentro de ella y acabar. Quedamos los dos jadeando y sudados. Se giró y se lanzó sobre mi pecho y me abrazó hasta que la agitación de su cuerpo se calmó. No dijimos nada.

Tomé su rostro e intenté besarla, apartó el rostro y se alejó de mí, abrió la puerta del baño y salió de prisa del lugar. Se fue corriendo. Me sentí vacío e idiota. Estaba tan húmeda por mí, la forma como reaccionó a mis caricias. Me deshice del preservativo, subí mi pantalón, me lavé las manos, la cara y abrí la puerta, como si nada.

Melody se lanzó sobre mí.

—Vámonos Casio, vamos ya —dijo con voz sugerente y risas tontas.

Lo sentí por ella, pero no quería hacer nada más.

—Estoy cansado. Debo irme.

Golpeó mi hombro.

—¿Me vas a dejar así? —se quejó.

—Lo siento. Déjame en paz —grité y salí de ahí sin que me importara saber si quiera como iba a salir ella. Me sentí como un maldito, ella me siguió y me asestó una bofetada.

«¡Bien ganada!».

—Idiota —gritó.

—Vamos te dejo en tú casa.

Me siguió y se subió al auto. No me habló en todo el caminó y azotó la puerta cuando bajó. No había un lugar al que quisiera ir más que a la cama de Sofía. Echarme allí junto a ella. Me pregunté cómo seguiría, como resolvería lo de la información en la prensa. Quizás era una imprudencia, pero me iba a parecer en la puerta de su casa como un maldito acosador. Eso iba a hacer. Algo improbable había pasado esa noche, así que me sentí de suerte, dudé en ir a su casa.

Descubrí que yo no tenía dignidad. Esa mujer me trató como a coleto trapeador y ahí estaba yo, rogándole y mendigando una cogida con ella. La extrañaba mucho y ese momento en el baño lo imaginé y lo soñé muchas veces.

«Quizás podía recuperarla. ¿Recuperarla?, nunca la tuve. No Casio. Ya no seas tan patético, una caricatura barata y ridícula. Te la cogiste y ya. Olvídalo. A tu casa».

Una chica de lujoWhere stories live. Discover now