Capítulo 26: Bahamas

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Estaba sentada en uno de los grandes sofás de la oficina de Adriano, sus abogados explicaban algo sobre si quería demandar o no a la periodista. Ya no importaba, la noticia había salido como ella dijo y al día siguiente fue una locura. Los abogados y la gente que trabaja para Adriano contuvieron todo y eran quienes daban declaraciones. Yo iba a hacer una sola publicación en mis redes sociales. Ya casi había pasado una semana.

—Todo está bajo control, Sofía —dijo Adriano y me besó en la mejilla, asentí con un gesto.

—Si no te importa quiero ir a casa a descansar.

—Nada de eso. Hay que celebrar que ganaste esa importante campaña. Hay que celebrar —insistió.

—Gané una importante campaña, aún no entra lo de la agencia y tengo que contratar personal y mudarme de oficina.

—Vente, aquí tengo mucho espacio, elige la oficina o el piso que quieras —ofreció.

Era tentadora su oferta. El edificio era de lujo: mármol, ventanales, cosas finas, pantallas gigantes, hologramas, el negocio de Adriano era cuatro veces mayor a los de Casio. Y si llegué a entender porque se sentía tan prisionero en su vida. No era dueño de él, le pertenecía al mundo que esperaba de él tantas cosas.

—No, prefiero hacer las cosas por mí misma —aseguré y era cierto. Me besó en los labios aun cuando estábamos solos.

—Estoy muy orgulloso de ti. Me haces lucir muy bien. No pude haber pedido mejor novia.

—No pudiste alquilar mejor novia. —Reí y él me acompañó en la risa.

—Por cierto, mañana salimos a las Bahamas, ¿lista?

—Nací lista para eso.

Fui a casa para hacer la maleta para ir con mis chicos a las Bahamas. Jonás y yo planeamos un montón de cosas, sin el conocimiento de Adriano, al final no iba a ser ningún paseo romántico entre ellos. Iba a secuestrar ese viaje.

Cuando llegué vi el auto de Casio aparcado fuera de mi edificio. Mi corazón se desbocó y me quedé ahí estática. Un lado de mi humanidad me gritaba que corriera a verlo y a abrazarlo y mi otro lado me decía que me quedara escondida allí hasta que se fuera. Mi cobardía me mantuvo lejos, esperé hasta que lo vi salir con Cristian; o se estaban cogiendo entre ellos o Casio le fue a pedir que le abriera mi apartamento, nunca le reclamé aquello a Cristian.

Los vi chocar los puños, se dieron un pequeño abrazo con palmada en la espalda y pensé que si era probable que esos dos papacitos se estuvieran cogiendo entre ellos, y eso era algo que me hubiese gustado ver. Cristian se dio la media vuelta y regresó a al edificio, Casio subió a su auto no sin antes mirar a los lados y mirar el edificio por unos segundos más. Puso el auto en marcha y lo vi perderse para tomar camino hacia la autopista.

Entré a mi apartamento e instintivamente recorrí todo con la vista por si había dejado alguna nota para mí, pero no. Tampoco había algún mensaje suyo en mi teléfono. Recogí mis cosas en una maleta y preparé todo lo de mi trabajo para que funcionara por el fin de semana que yo no estaría. Esa noche me quedaría en casa de Adriano para ir al día siguiente al aeropuerto.

Cenamos en su casa y reímos como bobos los dos solos allí. Solo sus empleados, él y yo.

—Viste que no es alegre esta casa. Es tétrica, contigo en ella sería diferente —soltó y se puso serio.

—¿Conmigo en ella?

—Creo que deberías venir a vivir acá, no tendrías que alquilar ninguna oficina, tengo una oficina perfecta para ti, mi casa no estaría sola. Serias la alegría de mi hogar querida, Sofía, hazme el honor de venir a vivir conmigo —ofreció.

Una chica de lujoWhere stories live. Discover now