Capítulo 8: Casio

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Casio.

Estaba viendo un programa sobre asesinos seriales en la televisión, de esos que son adictivos, termina uno y comienza el otro y cuando lo notas, ni cenaste ni te bañaste, justo entonces oí ruidos fuera de mi habitación, estaba solo, así que me levanté con cautela.

Sentí que había alguien en la sala de mi apartamento, mi cuerpo se llenó de adrenalina, cuando salí lo vi, allí estaba Adriano con la cara roja y la mirada intensa llena de furia.

—Me encanta que me visites, pero me puedes avisar —saludé relajado.

—Me diste copia de la llave de tu apartamento, Casio.

—Lo sé, para emergencias, no para que me asustes así.

—¿Qué le hiciste a Sofía? —Inquirió con el rostro tenso y la mirada encendida.

Le temblaba la mandíbula, estaba muy molesto, me dejé caer en el sofá y lo invité a sentarse con un gesto, negó con la cabeza.

—No le hice nada. Es muy sensible y una chismosa. Le doy trabajo, eso hago, quizás la asciendan gracias a mí.

—Ya su ascenso estaba programado antes de que aparecieras con tu cara petulante. Algo le hiciste. Está cambiada, casi no habla, no se ríe, esta distante, triste y muy seria, ella no es así.

—Quizás siempre fue así y ya se cansó de fingir, dale más dinero, un auto más lujoso y quizás la recuperes...

Se abalanzó sobre mí y me dio un golpe con el puño cerrado sobre mi ojo izquierdo, el dolor fue punzante, la sorpresa me dejó confundido.

—Eres un desgraciado, Casio, todos te dan la espalda menos yo, e insistes en que te odie y tenga motivos para alejarme de ti como hacen todos.

—No te obligo a que me quieras y te quedes junto a mí, no pido nada.

—Yo tampoco, deja a Sofía. Déjala en paz. —Me sacudió la camiseta.

—No le hice nada, incluso hicimos un pacto, una tregua: ella será amable conmigo y yo no intentaré demostrar lo zorra que es llevándomela a la cama.

Esquivé otro golpe de Adriano, me levanté del sofá y me aleje de él, levanté mis manos en señal de que no lo golpearía, le advertí que se alejara.

—¿Por qué haces esto? Sé hombre y dímelo a la cara, Casio, ¡Dímelo! —gritó desaforado.

—Lo sé, sé que no es tu novia de verdad, que más allá de esos besos ridículos que se dan para las fotos y las apariencias, no son nada. Lo sé, hermano, yo lo sé.

—¿Qué crees que sabes? —gritó de nuevo.

—Se lo dije a ella. Que te van los chicos ¿Se te olvida que crecimos juntos? Lo sé, Adriano, y sé que eso está bien, no sé por qué tú lo niegas y...

—¡Basta! No tienes derecho a meterte en mi vida, a decir lo que crees que sabes, no me interesa oírte, si pretendes dañarme, anda e inténtalo, pero no te metas con Sofía, ella solo...

—Es una interesada que si tú no tuvieras dinero y no fueras quien eres ni te saludaría. Investigue sobre ella, es una interesada como las otras, y a una tras otra me las cogí.

Debí ver venir ese golpe, no fue así, me golpeo la mandíbula con fuerza y me propinó otro golpe en la nariz, sangraba, él parecía no tener intenciones de detenerse. Debí zafarme y alejarme de nuevo.

—¡Déjala en paz!

—¡Sí! A esa no me interesa cogérmela, no me gusta, es la más ordinaria de todas las que has contratado, está es vulgar, no sé por qué te agradó, quizás para evitar que yo quisiera cogérmela, pues funcionó.

Una chica de lujoWhere stories live. Discover now